martes, 5 de mayo de 2020

LA SEDUCCION DE LA PANTALLA DE TV.





Algunas fotos  antiguas de  niños allá por los cincuenta, los muestran frente al televisor y en algunos casos manipulando con delicadeza el selector. Con la mirada fija en lo que ocurre en la pantalla. Con el respeto que le merece ese aparato capaz de brindarle semana a semana el placer de su serie favorita. La palabra placer nos conduce a seducción. A una acción humana que no se restringe al ámbito del sexo como muchos creen sino que comprende fundamentalmente a aquellas acciones que tienen como objeto llevar a una persona o a muchas hacia un fin propuesto. Un fin que puede ser incluso bueno o malo pero cumple en definitiva con los parámetros de la seducción.
Nos preguntamos  qué fue lo que motivó que tantos niños se establecieran capítulo a capítulo delante de un televisor, para ver series” del oeste”, y que adoptaran juegos donde aparecían los cowboys y los indios. También nos debemos preguntar sobre qué fue lo que sedujo de esas series al público televisivo de los ‘50 en adelante. Allí es donde la búsqueda de esa seducción  nos lleva a ahondar en la imagen-pantalla, en esa parte de un todo que constituye en sí el hecho televisivo. Mediante capturas de pantalla, obtenidas de internet, de capítulos de esas viejas series ambientadas en el lejano oeste norteamericano.


 
PRIMERA CAPTURA.




 La captura pertenece a un capítulo de la Primera temporada (1955) de  Gunsmoke  (1). En la calle dos hombres se enfrentan en el pueblo de Dodge City. El sheriff Matt Dillon (James Arness) no se encuentra en el lugar para impedir el enfrentamiento, un caballo  parece ser ocasional testigo del duelo. Un hombre de espaldas esta en primer plano, el chaleco corto, nos permite ver las balas de su cinturón. Su mano derecha esta presta a desenfundar el arma. El otro hombre está más distante pero ello no evita que en seguida notemos que es zurdo por la manera en que ostenta su pistolera y la mano esta notablemente cerca de la culata del revólver. La imagen-pantalla-detenida se constituye en momento pregnante, ese gran descubrimiento que hizo el griego Mirón con su discóbolo. Uno sabe fehacientemente que el atleta va a lanzar el disco: uno sabe también que el hombre zurdo va a disparar y muy rápidamente por cierto. Por la época de la primera temporada de la serie, John Ford, ya había filmado La diligencia, Fuerte Apache y Río Grande. Había sin duda tipologías impresas en la mente del público adulto y hasta un niño de corta edad podía tomar recaudo de las mismas. Capítulo tras capítulo Gunsmoke confirma esas tipologías fordianas que van acaparando la atención del pequeño y del no tan pequeño también.


SEGUNDA  CAPTURA



En ella se ve  la imagen-pantalla-detenida del plano secuencia final del mismo capítulo de Gunsmoke. El sheriff Dillon  transita la calle hacia su oficina. El visionado del capítulo nos permite saber que antes  el sheriff ha tenido que matar al pistolero zurdo en defensa propia y de la ley. Y que tras ello se aleja rápidamente de los testigos del hecho sin siquiera emitir palabra. Dillon no busca con la estrella que lleva en su camisa obtener fama ni mucho menos. Es un ser solitario (todo esto uno lo descubre en sucesivos capítulos) y del cual se sabe poco: como Bronco o El Virginiano. Ese no conocimiento profundo del sentir y de las posibles acciones del personaje; ese carácter misteriosamente hermético es sin duda lo que atrae a grandes y chicos. La soledad es protagonista en la enorme humanidad de Matt Dillon cuando se halla fuera de la acción. Gunsmoke, fue además, la serie que marcó tal vez el corte de un estilo de western televisivo. El alguacil Matt Dilon luchó permanentemente por mantener el orden en Dodge City a través de veinte años de emisiones de la serie.


TERCERA CAPTURA.




Nos trasladamos ahora a otra de las grandes series nacidas en los cincuenta: The Rifleman . La imagen-pantalla pertenece a Death Never Rides Along (La muerte nunca cabalga. episodio 147). La ventana de la habitación nos permite espiar a Lucas McCain (Chuck Connors) y al villano de turno Dan Mowry (Lee van Cleef) departiendo en la ventana en un tono que parece indicar que cada uno explora y mide a su oponente. La idea del bueno y el malo se amplifica con la proximidad de los rostros y el gesto que se une a las palabras en cada uno. Un dualismo, el del bueno y el malo, ampliamente tratado por el cine casi desde sus orígenes. Y muy extensamente por el western norteamericano en el cine de John Ford, Howard Hawks o John Houston. Destacando de este último ,El tesoro de la Sierra Madre, filme de 1948 que marca como una ambición desmedida de riquezas puede generar un intenso mal.  Houston hace oscilar el bien y el mal como si estuvieran en un péndulo y bajo la presión de un desierto que agobia constantemente a los protagonistas. Cuantas veces los niños en sus juegos han incluido esa disputa entre el bien y el mal tan vistas en esas antiguas series de TV. Sin entrar en esa profunda duda que estableció hace más de un siglo Nietszche en lo que hace a la moral y a la conducta humana. El péndulo de esas series televisivas se detiene solo en los puntos extremos y opuestos y deja inevitablemente huellas en el televidente.


CUARTA CAPTURA.





Pertenece también a Death Never Rides Along. Dejamos deslizar en secuencia las imágenes de la conversación en la ventana protagonizada por Connors y Van Cleef y efectuamos otra captura en el preciso instante que ha terminado la misma. Dan Mowry sigue apoyado en la ventana exactamente igual. McCain se ha encaminado hacia la puerta y hecha una última mirada de soslayo a su ya con seguridad oponente. Observamos que la cámara esta aún estable en el mismo lugar y encuadre. Solo que al retirarse McCain hacia la puerta se hace un poco más visible y amplio el espacio de la habitación. Un ligero cambio en la cortinita de la derecha nos da mayor indicio de un tiempo transcurrido entre las dos imágenes-pantalla-detenidas. Es en este momento donde comprendemos que complejo puede ser precisar la preferencia por uno u otro protagonista.  Cuan fino es el hilo entre el bien y el mal en ocasiones. Cuantas trampas nos puede ofrecer la seducción;  y cuantos ejemplos nos ha brindado el cine al respecto.  En La verité (1960) el cineasta Henri-Georges Clouzot muestra a una protagonista Dominique Marceau (Brigitte Bardot) como confusa en su vida y capaz de dañar casi sin conciencia alguna. Termina matando a Gilbert Tellier, un músico prometedor, que había sido amante suyo y estaba por casarse con su hermana Ann. Seducido por el personaje, de una Brigitte Bardot muy joven, el espectador hasta puede aceptar sin condicionamientos la secuencia que muestra como mata a Gilbert. Los  tramos finales que Clouzot sitúa en el juzgado, con las declaraciones de la imputada y los testigos van poniendo en claro la idea de un bien y de un mal. Idea que se confirma tras el suicidio de Dominique y la lectura de una carta que deja: Los que parecen buenos no lo son tanto. La seducción ha tenido en muchos momentos del filme un peso tan grande capaz de impedir que uno comprenda justamente la verdad. De allí La verité el nombre del filme.
 La seducción que ejerce un personaje en el espectador lo conduce muchas veces a etiquetar al mismo. Acaso, por nuestra experiencia en Death Never Rides Along: no lo tenemos por malo a Lee Van Cleef. Por un malo que seducirá  mucho  más aún cuando se encuentre frente a frente con Clint Eastwood, en los inolvidables spaghetti western de Sergio Leone. El péndulo se detiene entonces de la mano del director en ambos extremos por momentos: alternativamente vemos al bueno o vemos al malo separados por duros cortes de cámara. Descubrimos que la seducción que pretende provocar Sergio Leone, plano a plano, nos va impregnando de ella. Esa seducción conduce sin duda también al espectador del cine y de esa TV frente a la cual se sentaban todas las tardes los niños para ver sus series favoritas. Entonces Chuck Connors es el bueno y Lee Van Cleef el malo.


REQUIEM PARA EL TEATRO ROYAL.



El western al estilo de John Ford  les había enseñado a millones de niños a caminar como un verdadero cowboy; a desenfundar rápidamente un revolver o  disparar en el medio de una balacera. Con las series televisivas “del oeste”  la situación  se amplió aún más. Esos suministros diarios  enriquecieron sin duda los juegos de rol de los pequeños, y sin faltar por supuesto” los buenos” y” los malos”. Fueron haciendo en gran medida, por otro lado que la atención se desplazara del cine a la TV y no solo en lo que respecta al niño sino a toda la sociedad misma.
Mucho de ese deslizamiento del cine a la TV está implícito en The Last Picture Show (La última película. 1970. USA),  célebre realización de Peter Bodganovich. El filme basado en el  libro homónimo del escritor Larry Mc Murtry nos conduce a un pequeño pueblo de Texas donde los únicos lugares de diversión  posibles allá por los cincuenta  son un billar, un restaurant, el cine Royal y alguna ocasión de tener sexo. Debido a este filme Mc Murtry, guionista también del mismo, ha dicho sobre Bodganovich: “Él está tan conmovido como yo por el final de las cosas, por el ocaso de los periodos….” (2).
  En una de las secuencias que  precede al desenlace del filme vemos un muy escaso público presenciando, en medio de decenas de butacas vacías, la proyección de Red River (1949) de Howard Hawks. Un público que es una suerte de narrador omnisciente que sabe que esa será la última película del Royal. La televisión ha ganado y ello Bodganovich lo anticipa en el filme mostrando a dos de los protagonistas ante la TV. El fotograma cinematográfico amplificado en la enorme pantalla de cines como el Royal ha sido derrotado por el influjo de las ondas hertzianas que se transmiten a la pequeña pantalla de la  TV. La televisión también ha llevado el western, del cine  a miles de hogares, en forma de series como Gunsmoke.
. Ya se ha proyectado en una sala casi sin público: Red River;  la última película en cartelera del Teatro Royal. Es el final del filme de Peter Bodganovich. Los últimos cuadros indican la presencia de una cámara que lentamente recorre los frentes de edificios y recala definitivamente en el cine que ya ha cerrado para nunca más abrir. La calle está también vacía y como siempre el polvo y el viento texano completan la solitaria escena. Un viento que parece cantar un  réquiem monótono y continuo  al viejo Royal ya extinguido. La seducción de la pantalla de TV le ha robado al cine su protagonismo definitivamente.


Referencias:
1) Todas las capturas de pantalla pertenecen a videos de youtube.com y pueden ser visualizadas buscando mediante los datos del capítulo de la serie.
2) Juan Carlos González A. https://www.tiempodecine.co/web/en-anarene-empieza-y-termina-el-mundo-la-ultima-pelicula-de-peter-bogdanovich/

JORGE JOFRE/ LA SEDUCCIÓN DE LA PANTALLA DE TV. (2020).
 Publicado Mayo 2020 en JOFRE Y APARTE/BLOG.

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