domingo, 18 de julio de 2010

La mujer en la arena…o la significancia del fotograma.

Por Jorge Jofre.

“La mujer de la arena” (1964) de Iroshi Teshigahara es uno de los filmes que a principios de los años 60 demarca el territorio de nuevas temáticas en el cine japonés. Teshigahara descarta en él todo rasgo de historicismo o épica (a la manera de Mizoguchi o Kurosawa) así como también todo acercamiento al melodrama familiar, para centrar el fuego en un cine que bajo una apariencia de género sirve para establecer un meduloso cuestionamiento de situaciones del existir…terror psicológico y cierta condición erótica se une a la materialidad significante del fotograma.

Las primeras tomas, ponen en escena a Niki Jumpei: un entomólogo que la cámara muestra en sus derivas por las arenas de una costa marítima de un desolado paraje con la intención de hallar algún raro insecto y así figurar en un libro científico. Demolido por el cansancio que le proporciona el caminar bajo la blanda arena y el fuerte sol, se duerme dentro de un viejo bote encallado.
Al despertarse mira su reloj y se da cuenta que ha perdido el último ómnibus que lo devuelve a la civilización: Jumpei es entonces engañado por los lugareños. Le ofrecen una casa para pernoctar y de ese modo lo dejan atrapado en un foso rodeado de dunas y junto a una joven viuda, que noche a noche palea la arena que invade su vivienda.
Teshigahara plasma la historia de Niki Jumpei y la joven viuda de las dunas inspirándose en el relato de Kobo Abe, pero al mismo tiempo enhebra los fotogramas de su filme en un orden perfecto. Algunos de ellos conforman lentos planos- secuencia que pueden ser tenidos en cuenta entre los mas perfectos de la historia del cine… tras una noche de duro trabajo acarreando arena la mujer cae rendida sobre una estera. Amanece y Jumpei observa el armonioso cuerpo femenino que reposa desnudo y tamizado con partículas de arena. La cámara recorre las concavidades y convexidades de la anatomía…se aproxima y nos muestra una piel transpirada. Las tomas establecen una analogía entre la femenina topología y las dunas que rodean e invaden la casa: es la mujer de la arena.
La cámara también capta en las pupilas de Jumpei un silencioso e introspectivo interrogante… ¿Me quedo junto a la mujer para poder disfrutar de los placeres de su armonioso cuerpo? …segundos después la nueva toma nos acerca a un nuevo interrogante ¿Será mejor huir, tomar el micro y regresar a la civilización? …La situación ha cambiado… deja debajo de la pava con agua que la anfitriona ha colocado en un estante algún dinero a modo de resarcimiento; luego se aleja y ya decidido a partir, tras unos pasos, dirige su mirada por tercera vez hacia el cuerpo desnudo de la durmiente que ahora ha cambiado de postura…todo es silencio: todo es imagen atrapada en el celuloide.
El análisis de estas pocas secuencias alcanzan para establecer una clara idea sobre el filme que ahora se nos presenta como algo más que terror psicológico; como algo más de lo que meramente enuncia el género… como un planteo en imágenes secuenciadas sobre la existencia humana. Si en el cine oriental, ya tiempo antes con Ozu, el fotograma había adquirido una clara condición de significante, “La mujer en la arena”, fue por los sesenta una clara confirmación de tal idea estética; un claro paradigma establecido cuadro a cuadro por la lente de Teshigahara.

Jorge Jofre.Buenos Aires, abril 2009.
Publicado en
www.tumblr.com ( Usa ; 2009)