jueves, 1 de agosto de 2019

STALKER/TARKOVSKI. La mirada imperturbable.





Franz Kafka le dijo a su amigo Gustav Janouch: “...El cine perturba la visión. La rapidez de los movimientos y la sucesión precipitada de las imágenes lo condenan a uno de manera continua, a una visión superficial.”. Aproximadamente siete décadas después de estas palabras de Kafka, Andrei Tarkovski filma su quinta película: STALKER: La Zona (1979) basada en el libro Picnic extraterrestre. El filme no solo se sitúa en la cumbre de la estética tarkovskiana sino que también es una obra que parece haber sido creada para redimir al cine de la apreciación de Kafka.

En el comienzo de STALKER La cámara  penetra una puerta entreabierta y nos revela la despojada habitación donde duermen el Stalker (guía de la zona prohibida), su mujer y su hija. Se desliza suavemente sobre los personajes, reposa sobre una mesita de metal; que vibra bajo el paso del tren y mueve un vaso depositado sobre ella. El plano parece ser interminable.
En STALKER, la mayor parte de los planos-secuencia, fueron elaborados bajo el mismo patrón: una prolongada lentitud que los eterniza en el tiempo. Tarkovski trabaja esos planos hasta lo indecible. Desarrollando un cine de movimientos lentos; en ocasiones casi imperceptibles; anteponiendo al plano casi permanentemente por sobre el argumento de Picnic extraterrestre. Obligando al ojo del espectador a tratar de descubrir el más mínimo cambio por pequeño que fuere. La “rapidez de los movimientos” y “la sucesión precipitada de las imágenes “de que hablaba Kafka en referencia al cine, parece haber perdido crédito en el director ruso.



 Kafka también le había dicho a su amigo en la misma ocasión que: “...No es la mirada la que capta las imágenes, son ellas las que captan la mirada”. Como si las imágenes tuvieran la posibilidad de interponerse ante nuestra vista y accionar simplemente sobre ella: tal vez algo de eso creían los antiguos griegos. Es verdad que visto primariamente algo de eso parece ocurrir en el cine de Tarkovski. Pero, por otro lado, las imágenes en sus filmes se convierten también, ante la mirada vacía del espectador, en pulsiones que en definitiva imprimen huellas en el inconsciente (recordemos a Lacan). También es verdad entonces que ese cine provoca algo que se inscribe en lo más profundo de nosotros. Desata ciertos estados que parecen estar prescriptos en la lentitud de cada plano secuencia. Tal vez, por eso, cada vez que uno vuelve a ver el final de STALKER: La Zona, lo sigue con una mirada lenta como para no perder ningún detalle.
Uno sigue milímetro a milímetro la cabeza de la hija del Stalker hasta apoyarse sobre la mesa para luego obrar el “milagro” de mover, con solo su mirada y también lentamente los objetos .El tren que pasa por detrás, las vibraciones y la música completan esa concepción compresiva y minimalista del tiempo propia del director. Entonces la mirada se nos torna imperturbable: si Kafka hubiera visto cine de Tarkovski no hubiera con seguridad dicho tales palabras a su amigo.

Jorge Jofre.  



Pubicado en Revista AMAUTA Nro. 7. Julio 2019
Jorge Jofre. 2019.