sábado, 18 de octubre de 2014

Relatos salvajes. Cerca de un modelo narrativo.




Por Jorge Jofre.

Relatos Salvajes, filme estrenado en el 2014, es más que “una colección de historias, deliciosas, horribles, espeluznantes y escabrosas...”  como dijo un crítico de The Guardian.  En este nuevo filme Damián Szifron, al ahondar en los sucesos del mismo, nos revela: ciertas particularidades en la estructura de su relato y algunas relaciones con el relato aristotélico; la presencia de humor  y  de una subordinación de los actores al personaje. Características  que tal vez tuvieron su génesis hace poco más de una década atrás cuando escribiera y dirigiera la serie televisiva Los simuladores. Szifron consolida así en Relatos Salvajes, un modelo narrativo, poco usual en el cine argentino actual, con muy buenos resultados.
 

La formula narrativa de Szifron.

En pocas palabras, Relatos Salvajes, es una  “antología de seis cortos de comedia negra escrita y dirigida por Damián Szifron” . Los términos son abarcativos, pero no obstante no alcanzan a explicar ciertas circunstancias que rodean al filme, ni la manera en que fue construido el mismo. Si nos remitimos al campo de la narrativa, debemos recordar que todo relato tiene una estructura que se despliega en un tiempo y establece un recorrido con el correr de las acciones.
Aristóteles planteó ese recorrido como una linealidad perfecta; al analizar; en su Poética, el desarrollo de las acciones de la tragedia Atica. Los seis relatos de Szifron, parecen en sí mismos cumplir con tal propuesta aristotélica. Pasternak; Las ratas; El más fuerte; Bombita; La propuesta y Hasta que la muerte nos separe,  todas las historias respetan la linealidad de un relato.
A modo de ejemplo de esa linealidad sirve Las ratas. Una camioneta arriba en el medio de una fuerte tormenta a un parador en una ruta. Su conductor desciende del vehículo pretendiendo comer algo. La camarera que lo atiende lo reconoce inmediatamente como Cuenca, un empresario y pretendido político que arruinó económicamente a su padre y lo condujo a la muerte. Lo reconoce mientras él con ciertos malos modales pide un menú. La escena se traslada ahora, a la cocina del parador, repleta de mugre y destartalados utensilios de cocina: la chica informa a la cocinera de la llegada de Cuenca. Entre el ánimo y las palabras de ambas mujeres se comienza a tejer la idea de una venganza. La cocinera insiste al respecto y toma la determinación de envenenar la comida que le servirán a Cuenca con veneno de ratas. Este parece no actuar sobre Cuenca, pero sí en el cuerpo de su hijo, que ha llegado un rato después, y comparte el plato de comida envenenado. La camarera desespera ante la situación…la cocinera se abalanza sobre el hombre y lo acuchilla, hiriéndolo mortalmente. En la escena final, el hijo de Cuenca se ha salvado y la cocinera va presa.
Los cambios de escenario, donde se alternan, el salón comedor con la cocina, no afectan al relato sintético que Szifron establece mediante los tres personajes protagonistas: Cuenca; la camarera y la cocinera. Son breves y precisas las acciones que determinan y cierran el relato (la fórmula se repite casi totalmente en el resto de las historias que componen el filme). Unas pocas palabras y algunos gestos plasmados por los protagonistas de la escena en que Cuenca pide el menú sirven para saber que va a ocurrir algo mas allá de la comida solicitada; sirven para  presentar a dos de los personajes principales. La primera escena en que aparece la cocina, pone en acción al tercer protagonista: la cocinera. Así es como unos pocos planos y algunas palabras alcanzan para caracterizar a una tríada de personajes y meterlos en una acción que; el director; parece sentir como que debe terminar rápidamente…hasta la muerte debe ser súbita y sin agonía. Cuando se filma el tiempo corre, y Szifron parece no querer extender demasiado ese tiempo en sus relatos. No hay flashback, ni situaciones paralelas, todo es directo y manifiesta una prolija linealidad aristotélica. La fórmula de Szifron queda claramente evidenciada.


Un relato sencillo.

 Fuera de la linealidad del relato, la cuestión  de la simplicidad de algunos de ellos ha sido motivo de análisis de Aristóteles en la Poética. El filósofo habla de “acciones sencillas”, de un tipo de acción donde el relato fluya casi naturalmente sin complicación alguna: “que por las cosas pasadas avengan naturalmente o verosímilmente los tales sucesos...” (Poética). Es un relato sin complicaciones que claramente aborda en un desenlace.
Profundizar en estos relatos de Szifron es ahondar en ciertas semejanzas con ese “relato sencillo”, pero por ello no poco efectivo, dada la fuerza  e inesperabilidad de algunos de los finales. Pasternak modeliza tal estructura narrativa. Es el primero y mas breve de todos los relatos. Los pasajeros de un avión descubren que tienen algo en común,  todos tuvieron algo que ver con el piloto Pasternak. En unas pocas secuencias descubren que los reunió en ese vuelo para vengarse de todos ellos estrellando la nave. En el cortísimo tramo final el relato abandona el avión, para pasar a una escena donde un matrimonio disfruta del jardín de su residencia…de repente aparece en el cielo el avión y se lanza sobre ellos.
 El giro final sorpresivo en Pasternak , es sin duda un claro remate de un “relato sencillo” que genera una gran tensión en el espectador. Cuando no se sabe de antemano lo que va a ocurrir, nace el suspenso, y este es un fuerte soporte de toda narración. Ese giro repentino y sorpresivo ya fue descubierto por Aristóteles cuando aludía a la “mudanza de fortuna”. Y hay sin duda una cierta “mudanza de fortuna” en este breve Pasternak. Notablemente el piloto-vengador no es tomado por la cámara, pero si el resultado final de su accionar.
Llamativamente esos relatos de Szifron, pese a su brevedad o los giros repentinos son creíbles, porque, el director argentino, mantiene también cierta premisa aristotélica de que los hechos tengan “siempre presente o lo natural o lo verosímil...” (Poética).  El director argentino a expresado: “...decenas de veces pasamos por situaciones extremas y en la mayoría el “deber ser” se impone afortunadamente. ¿Que ocurriría si “lo correcto” se desvanece? …”.
La posible desmesura de los seis relatos debe ser tomada como una respuesta posible ante fuertes presiones emocionales. Respuestas reales y concretas más allá de todo posible juicio de valor, porque en definitiva lo que el director hace no es moralizar sino mostrar ciertos sucesos en su cruda realidad. Una idea nítida y sencilla, tan nítida y sencilla como la normativa que rige sus relatos.


Con cierto humor.

 Aristóteles se preocupaba poco por el humor; es decir en la Poética lo ubica en un plano secundario con respecto a la tragedia y a la epopeya. Umberto Eco en El nombre de la rosa , rescata tal concepto; lo utiliza como elemento clave de su relato. En el monasterio donde se suceden una serie de extraños crímenes. Solo al final nos enteramos que tales crímenes se deben al intento de evitar que se conozca un capítulo inédito de la Poética que refiere a la risa.
Eco nos brinda la posibilidad, leyendo entre líneas, del poder de la risa, del poder de un humor que para Aristóteles careció de relevancia.
A la hora de hablar del relato de  Daniel Szifron debemos tener en cuenta que los  aspectos analizados en primer término: la linealidad; la extensión temporal y la simplicidad son solo algunos de los recursos que lo fundan y lo sostienen a lo largo de Relatos Salvajes. El director tiene un sello distintivo en el carácter que  le otorga a cada una de las historias: y ese sello es el humor sin duda alguna. Aquel recurso que Aristóteles le restó presencia a la hora de generar una normativa teatral.
Si nos preguntamos cual es el motivo por el cual el humor aparece en Relatos Salvajes, la respuesta puede surgir claramente de una frase del director Tarantino con relación a uno de sus filmes (Django sin cadenas): “…debía aligerar el discurso racista con un guión impregnado de humor…” (1).
El festejo del cumpleaños de Simón Fisher – ahora ya bombita- en prisión contribuye a aligerar la posible carga dramática que conllevan las acciones anteriores del ingeniero. El hecho de haber fabricado un coche bomba a modo de venganza remite sin duda a muchas situaciones reales cargadas de notable dramatismo, Szifron, encuentra en el humor de las últimas secuencias, la risa del espectador y un canal de alivio.
Pero es  en Los simuladores  donde arranca entonces ese ingrediente – el humor- que ya ahora reconocemos como tan propio del director luego de ver Relatos Salvajes. En los distintos capítulos que componen la serie  televisiva guionada y dirigida por Szifron, el humor, tiene su lugar. En su esencia, el argumento de Los simuladores, mostraba a cuatro socios que mediante simulaciones (“operativos de simulacro”) resolvían los problemas de la gente común. Szifron presentaba en cada capítulo historias con: explicaciones cuasi científicas; toques sentimentales; muestras de ternura y por supuesto el sello distintivo del humor.
Con solo ver algunas de las escenas recopiladas en You Tube vinculadas al humor de la serie deberíamos tener en claro un aspecto no menor de la caracterización de los relatos de Szifron. Una pequeña escena en un bar  sirve para que mediante un guión afinado Szifron cree una situación de risa.  Tras el clásico “El señor  se va a servir algo”, Mario Santos (uno de los simuladores) le pide primero un té a la mesera. Esta le comunica que no tiene el tipo de infusión que el quiere.  Santos arranca  con la idea de un café que tampoco existe en ese bar. Termina pidiendo un agua mineral sin gas: “...Sin sodio puede ser...” agrega finalmente. La situación es claro ejemplo de un humor que recurre fundamentalmente al soporte del diálogo y descarta una antigua tradición cinematográfica de un humor visual muy afín al cine mudo.
Si Szifron ha buscado darle un carácter a  todas las historias de Relatos salvajes  mediante el recurso del humor para darle un respiro al dramatismo del relato es porque de ese modo, fuera de la violencia final desatada en cada una de las seis piezas, dicho recurso le permite otorgar una unidad total a las mismas. Tal como indicara Aristóteles al referirse a la tragedia ática: “remedo de una acción completa y total” (Poética.)…con cierto humor al modo de Szifron.


Personajes de un relato.

En “La misión del bibliotecario” , Ortega y Gasset, alude a la cuestión del “decir escrito” planteada en el  diálogo platónico Fedro  .  Platón establece en este escrito su teoría de la preponderancia del decir hablado sobre el escrito. Le otorga un sentido de rememoración; de decir muerto o petrificado a la palabra escrita. El filósofo español, en otros párrafos del libro, profundiza aún mas en  la idea, marca la necesidad imperiosa gestada en Platón de que”… otro hombre reproduzca en su persona la situación vital a que aquel pensamiento respondía…” (2)…señalando indiscutiblemente el traspaso del pensamiento escrito a una forma oral superadora del mero hecho de rememorar.  Desde nuestra mirada contemporánea, Platón, esta a metros de situarse cerca de la idea de un interprete físico (llámese actor u orador) que da vida a lo expresado en el papel.
En Relatos salvajes, se plantea una cuestión semejante en lo que respecta al “Decir escrito”. Para Szifron el guion que determina la palabra de los actores es sumamente importante. Es el elemento que fundamentalmente construye los personajes de un relato y plasma su pensamiento expresado  en el papel. Es un cine que al igual que el  de Tarantino o  los hermanos Cohen se sostiene y estructura con la palabra que emiten los actores.
En el teatro de William Shakespeare,  era la palabra escrita la que cobraba vida en la voz de los actores. (3) trasvasando el pensamiento escrito a una forma lingüística sonora; un proceso de tiempos isabelinos que se podría asimilar “la tecnologización de la palabra” enunciada por Walter Ong (4) en el siglo XX.  Shakespeare escribía sus piezas teatrales para ser representadas por actores fundamentalmente mediante el recurso de la palabra. No hay en sus tragedias indicaciones de puesta en escena o decorados. Lo fundamental en su teatro es la palabra; construye los personajes y los torna al decir de  Jerzy Grotowski“en cortesanos” de una obra; en herramientas de un relato donde se diluye la idea del actor-divo. (5)
En los personajes de Relatos Salvajes veremos claramente como la palabra  estructura en gran medida el relato y le da consistencia. Ya se trate de un monosílabo, una frase corta o un parlamento extenso, la palabra es protagonista del filme. Un breve insulto en El más fuerte basta para desatar una lucha encarnizada en la soledad de una ruta que declara casi ausente el decorado. Pese a la contundente violencia que muestra la cámara, los sucesos se sostienen en gran medida con   la presencia de breves frases, que emiten los actores y guían el relato hacia un final que también se cierra con palabras tras la muerte de los dos protagonistas.
Retrotrayéndonos a los capítulos de  Los simuladores, también el discurso de los actores  era sumamente importante y ninguno de ellos se erigía por sobre él en su actuación. Sus voces describían una circunstancia; argumentaban, narraban; exponían; o dialogaban evitando toda posibilidad expresiva que pusiera la actuación por encima del relato. En las dos temporadas Szifron supo mantener tal tesitura aún pese a la variedad de situaciones que debían llevar a buen término los cuatro” simuladores “para ayudar a alguien.
Como en el teatro de Shakespeare, los actores de Relatos Salvajes, son “cortesanos” de la historia. Ya se trate de actores consagrados como Sbaraglia; Darín o Cortese o de  actores de mediana trayectoria , Szifron, los utiliza como piezas o herramientas de un relato, evitando dentro de lo posible toda forma de protagonismo que pueda distraer al público y debilitar la linealidad aristotélica de lo narrado en forma simple.
 Así es como, la estructura narrativa de Szifron establece: vínculos con el relato aristotélico; presencia de humor  y   actores subordinados al personaje. Pone a Relatos Salvajes, muy cerca de un modelo narrativo que le ha dado buenos resultados.


Citas bibliográficas.  

1. Juan Carlos Villanueva. Tarantino y el arte de provocar.
2.  Ortega y Gasset. Libro de las  misiones.
 3.Tomás Abraham. Sha kespeare, el antifilósofo
4. Walter Ong. Oralidad y escritura
5. Tomás Abraham. Obra citada.

Jorge Jofre. 2014.