Algunas fotos antiguas
de niños allá por los cincuenta, los
muestran frente al televisor y en algunos casos manipulando con delicadeza el
selector. Con la mirada fija en lo que ocurre en la pantalla. Con el respeto
que le merece ese aparato capaz de brindarle semana a semana el placer de su
serie favorita. La palabra placer nos conduce a seducción. A una acción humana
que no se restringe al ámbito del sexo como muchos creen sino que comprende
fundamentalmente a aquellas acciones que tienen como objeto llevar a una
persona o a muchas hacia un fin propuesto. Un fin que puede ser incluso bueno o
malo pero cumple en definitiva con los parámetros de la seducción.
Nos preguntamos qué
fue lo que motivó que tantos niños se establecieran capítulo a capítulo delante
de un televisor, para ver series” del
oeste”, y que adoptaran juegos donde aparecían los cowboys y los indios. También
nos debemos preguntar sobre qué fue lo que sedujo de esas series al público
televisivo de los ‘50 en adelante. Allí es donde la búsqueda de esa seducción nos lleva a ahondar en la imagen-pantalla, en
esa parte de un todo que constituye en sí el hecho televisivo. Mediante
capturas de pantalla, obtenidas de internet, de capítulos de esas viejas series
ambientadas en el lejano oeste norteamericano.
PRIMERA CAPTURA.
La captura pertenece a
un capítulo de la Primera temporada (1955) de Gunsmoke (1). En la calle dos hombres se enfrentan en
el pueblo de Dodge City. El sheriff Matt Dillon (James Arness) no se encuentra
en el lugar para impedir el enfrentamiento, un caballo parece ser ocasional testigo del duelo. Un
hombre de espaldas esta en primer plano, el chaleco corto, nos permite ver las
balas de su cinturón. Su mano derecha esta presta a desenfundar el arma. El
otro hombre está más distante pero ello no evita que en seguida notemos que es
zurdo por la manera en que ostenta su pistolera y la mano esta notablemente
cerca de la culata del revólver. La imagen-pantalla-detenida se constituye en momento
pregnante, ese gran descubrimiento que hizo el griego Mirón con su discóbolo.
Uno sabe fehacientemente que el atleta va a lanzar el disco: uno sabe también
que el hombre zurdo va a disparar y muy rápidamente por cierto. Por la época de
la primera temporada de la serie, John Ford, ya había filmado La diligencia,
Fuerte Apache y Río Grande. Había sin duda tipologías impresas en la mente del
público adulto y hasta un niño de corta edad podía tomar recaudo de las mismas.
Capítulo tras capítulo Gunsmoke confirma esas tipologías fordianas que van acaparando
la atención del pequeño y del no tan pequeño también.
SEGUNDA CAPTURA
En ella se ve la imagen-pantalla-detenida del
plano secuencia final del mismo capítulo de Gunsmoke. El sheriff
Dillon transita la calle hacia su oficina. El visionado del capítulo nos
permite saber que antes el sheriff ha
tenido que matar al pistolero zurdo en defensa propia y de la ley. Y que tras
ello se aleja rápidamente de los testigos del hecho sin siquiera emitir
palabra. Dillon no busca con la estrella que lleva en su camisa obtener fama ni
mucho menos. Es un ser solitario (todo esto uno lo descubre en sucesivos capítulos)
y del cual se sabe poco: como Bronco o El Virginiano. Ese no conocimiento
profundo del sentir y de las posibles acciones del personaje; ese carácter
misteriosamente hermético es sin duda lo que atrae a grandes y chicos. La
soledad es protagonista en la enorme humanidad de Matt Dillon cuando se halla
fuera de la acción. Gunsmoke, fue además, la serie que marcó tal vez el corte
de un estilo de western televisivo. El alguacil Matt Dilon luchó permanentemente
por mantener el orden en Dodge City a través de veinte años de emisiones de la
serie.
TERCERA CAPTURA.
Nos trasladamos ahora a otra de las grandes series nacidas en
los cincuenta: The Rifleman . La imagen-pantalla pertenece a Death Never Rides Along (La muerte nunca cabalga. episodio 147). La
ventana de la habitación nos permite espiar a Lucas McCain (Chuck Connors) y al
villano de turno Dan Mowry (Lee van Cleef) departiendo en la ventana en un tono
que parece indicar que cada uno explora y mide a su oponente. La idea del bueno
y el malo se amplifica con la proximidad de los rostros y el gesto que se une a
las palabras en cada uno. Un dualismo, el del bueno y el malo, ampliamente
tratado por el cine casi desde sus orígenes. Y muy extensamente por el western
norteamericano en el cine de John Ford, Howard Hawks o John Houston. Destacando
de este último ,El tesoro de la Sierra Madre, filme de 1948 que marca como una ambición
desmedida de riquezas puede generar un intenso mal. Houston hace oscilar el bien y el mal como si
estuvieran en un péndulo y bajo la presión de un desierto que agobia
constantemente a los protagonistas. Cuantas veces los niños en sus juegos han incluido
esa disputa entre el bien y el mal tan vistas en esas antiguas series de TV. Sin
entrar en esa profunda duda que estableció hace más de un siglo Nietszche en lo
que hace a la moral y a la conducta humana. El péndulo de esas series
televisivas se detiene solo en los puntos extremos y opuestos y deja
inevitablemente huellas en el televidente.
CUARTA CAPTURA.
Pertenece también a Death
Never Rides Along. Dejamos deslizar en secuencia las imágenes de la
conversación en la ventana protagonizada por Connors y Van Cleef y efectuamos
otra captura en el preciso instante que ha terminado la misma. Dan Mowry sigue
apoyado en la ventana exactamente igual. McCain se ha encaminado hacia la
puerta y hecha una última mirada de soslayo a su ya con seguridad oponente.
Observamos que la cámara esta aún estable en el mismo lugar y encuadre. Solo
que al retirarse McCain hacia la puerta se hace un poco más visible y amplio el
espacio de la habitación. Un ligero cambio en la cortinita de la derecha nos da
mayor indicio de un tiempo transcurrido entre las dos imágenes-pantalla-detenidas.
Es en este momento donde comprendemos que complejo puede ser precisar la
preferencia por uno u otro protagonista. Cuan fino es el hilo entre el bien y el mal en
ocasiones. Cuantas trampas nos puede ofrecer la seducción; y cuantos ejemplos nos ha brindado el cine al
respecto. En La verité (1960) el cineasta Henri-Georges Clouzot muestra a una
protagonista Dominique Marceau (Brigitte Bardot) como confusa en su vida y
capaz de dañar casi sin conciencia alguna. Termina matando a Gilbert Tellier,
un músico prometedor, que había sido amante suyo y estaba por casarse con su
hermana Ann. Seducido por el personaje, de una Brigitte Bardot muy joven, el
espectador hasta puede aceptar sin condicionamientos la secuencia que muestra
como mata a Gilbert. Los tramos finales
que Clouzot sitúa en el juzgado, con las declaraciones de la imputada y los
testigos van poniendo en claro la idea de un bien y de un mal. Idea que se
confirma tras el suicidio de Dominique y la lectura de una carta que deja: Los
que parecen buenos no lo son tanto. La seducción ha tenido en muchos momentos
del filme un peso tan grande capaz de impedir que uno comprenda justamente la
verdad. De allí La verité el nombre
del filme.
La seducción que
ejerce un personaje en el espectador lo conduce muchas veces a etiquetar al
mismo. Acaso, por nuestra experiencia en Death
Never Rides Along: no lo tenemos por malo a Lee Van Cleef. Por un malo que
seducirá mucho más aún cuando se encuentre frente a frente
con Clint Eastwood, en los inolvidables spaghetti western de Sergio Leone. El
péndulo se detiene entonces de la mano del director en ambos extremos por
momentos: alternativamente vemos al bueno o vemos al malo separados por duros
cortes de cámara. Descubrimos que la seducción que pretende provocar Sergio
Leone, plano a plano, nos va impregnando de ella. Esa seducción conduce sin
duda también al espectador del cine y de esa TV frente a la cual se sentaban
todas las tardes los niños para ver sus series favoritas. Entonces Chuck
Connors es el bueno y Lee Van Cleef el malo.
REQUIEM PARA EL TEATRO ROYAL.
El western al
estilo de John Ford les había enseñado a
millones de niños a caminar como un verdadero cowboy; a desenfundar rápidamente un revolver o disparar en el medio de una balacera. Con las
series televisivas “del oeste” la situación se amplió aún más. Esos suministros
diarios enriquecieron sin duda los
juegos de rol de los pequeños, y sin faltar por supuesto” los buenos” y” los
malos”. Fueron haciendo en gran medida, por otro lado que la atención se
desplazara del cine a la TV y no solo en lo que respecta al niño sino a toda la
sociedad misma.
Mucho de ese deslizamiento del cine a la TV está implícito en
The Last Picture Show (La última película. 1970. USA), célebre realización de Peter Bodganovich. El
filme basado en el libro homónimo del
escritor Larry Mc Murtry nos conduce a un pequeño pueblo de Texas donde los
únicos lugares de diversión posibles
allá por los cincuenta son un billar, un
restaurant, el cine Royal y alguna ocasión de tener sexo. Debido a este filme
Mc Murtry, guionista también del mismo, ha dicho sobre Bodganovich: “Él está tan conmovido como yo por el final
de las cosas, por el ocaso de los periodos….” (2).
En una de las secuencias que precede al desenlace del filme vemos un muy
escaso público presenciando, en medio de decenas de butacas vacías, la
proyección de Red River (1949) de Howard
Hawks. Un público que es una suerte de narrador omnisciente que sabe que esa
será la última película del Royal. La televisión ha ganado y ello Bodganovich
lo anticipa en el filme mostrando a dos de los protagonistas ante la TV. El
fotograma cinematográfico amplificado en la enorme pantalla de cines como el
Royal ha sido derrotado por el influjo de las ondas hertzianas que se
transmiten a la pequeña pantalla de la
TV. La televisión también ha llevado el western, del cine a miles de hogares, en forma de series como
Gunsmoke.
. Ya se ha proyectado en una sala casi sin público: Red River; la última película en cartelera del Teatro
Royal. Es el final del filme de Peter Bodganovich. Los últimos cuadros indican
la presencia de una cámara que lentamente recorre los frentes de edificios y
recala definitivamente en el cine que ya ha cerrado para nunca más abrir. La
calle está también vacía y como siempre el polvo y el viento texano completan
la solitaria escena. Un viento que parece cantar un réquiem monótono y continuo al viejo Royal ya extinguido. La seducción de
la pantalla de TV le ha robado al cine su protagonismo definitivamente.
Referencias:
1) Todas las capturas de pantalla pertenecen a videos de youtube.com y pueden ser visualizadas buscando
mediante los datos del capítulo de la serie.
2) Juan Carlos
González A. https://www.tiempodecine.co/web/en-anarene-empieza-y-termina-el-mundo-la-ultima-pelicula-de-peter-bogdanovich/
JORGE JOFRE/ LA
SEDUCCIÓN DE LA PANTALLA DE TV. (2020).
Publicado Mayo 2020 en JOFRE Y APARTE/BLOG.