miércoles, 4 de junio de 2025

 

Ignacio Iturria y el sofá: algo más que evocación.

 

 

Cuando en 1998, después de haber visto la muestra de Ignacio Iturria en el MNBA, escribí una nota titulada “Iturria y el sofá”, tenía en mente en ese momento, ante todo, la presencia de su contundente “Sofá elefante”. Me había traído a la memoria, el sofá de mi tía Delia en su casa de Villa Real y una pieza de pensión en la calle Belgrano repleta de antiguos muebles. Solo pude en esa ocasión mediante la enorme escultura-objeto, evocar un pasado que dejó de ser presente hace ya mucho tiempo.







Sofá elefante. 1998. Colección privada.

 

Diana Lobato ha destacado, que desde una perspectiva crítica “el arte ofrece un análisis del pulso de la vida, pasada y presente”. Las obras se tornan polisémicas desde tal forma de abordaje y posibilitan entonces “múltiples lecturas” [i]. Eso ocurre ante la presencia de las esculturas- objetos, realizadas por Ignacio Iturria básicamente con la ayuda del corrugado y algo de color. Se descubre algo más allá de sus reconocibles materialidades, que los hace ser entonces mucho más que la representación de antiguos muebles. Múltiples sentidos de la obra de un creador que trae a colación la célebre frase de Michel Foucault: “el lenguaje no dice exactamente lo que dice”[ii] . Muchas veces captamos las ideas que encierra el mismo desde un “sentido menor” que oculta momentáneamente otro más profundo. Esa posibilidad de múltiples lecturas de la obra de Ignacio Iturria, lleva a considerar que fuera de la corporeidad de lo representado en sus muebles-objeto es necesario también tener en cuenta los espacios en que se alojan los mismos.

El Sofá elefante puede aludir a formas elementales de un paquidermo se ve y se siente como fuertemente corpóreo. Pero justificar solo al arte de Ignacio Iturria por ello, sería minimizar e incluso limitar esa supuesta polisemia que se aloja en las interpretaciones de su obra. Sería recurrir al “sentido menor” y no comprender esa casi misteriosa relación mueble-casa que nace de algunos de sus esculturas- objetos. No ver además,  la cercanía que todo ello tiene con los solitarios habitantes de las grandes ciudades, entre las cuales se puede incluir su Montevideo natal. En el arte de Iturria los animales  también pueden transformarse en muebles y a la inversa, los muebles en animales.[iii]

Entonces bajo esta perspectiva, el Sofá elefante aparece más allá también de toda posible idea de un mullido asiento para recostarse y dormitar o meditar.  Lejano a la idea,  de evocar exclusivamente desde su morfología y color la imagen de un enorme paquidermo. Porque las figuraciones que se hacen presentes tanto en sus pinturas como en sus objetos, indican que Iturria ha imaginado sobre el escenario del entorno real otra escena distinta. Porque en sus creaciones, hay algo más que muebles antiguos, cotidianeidad, ciudad o entorno; algo que participa de ese célebre misterio del arte. Creer que son solo evocación es restringir sin duda el valor total de las mismas. Si bien los muebles tridimensionales realizados por el montevideano, guardan sin duda en su materialidad ciertos íntimos secretos del pasado de su creador, ellos tienen varias posibles lecturas que esperan ser puestas a la luz.

 

 Jorge Jofre. Mayo 2025.

Basado en un artículo publicado en la Revista Punto & Aparte. (1998).

 



[i] Diana Lobato. https://www.amigosmuseoreinasofia.org/

[ii] Michel Foucault. El orden del discurso.

[iii] Pablo Thiago Roca. Catalogo Ignacio Iturria: pintar es soñar. Museo Nacional de Artes Visuales. Montevideo. Uruguay.

 

 

 


lunes, 18 de noviembre de 2024

FRANCISCO SOSA & TOMAS OTERO: Un dialogo pictórico con contraposiciones y proximidades.

 

 A "Imagen e idea"  de Herbert Read, lo conocí por las clases de Abraham Haber. Así es como, comencé a comprender con el poeta y crítico inglés, el naturalismo y la abstracción presentes en el arte desde tiempos inmemoriales.  Las obras de Francisco Sosa y Tomás Otero, expuestas en la Galería Juana de Arte, se inscriben con su hacer bajo ciertos registros que me condujeron a evocar el libro de Read.




Francisco Sosa (n. 1984), ha dicho que cuando pinta “trabaja desde su cuerpo” y ello se ve reflejado en los barridos del pigmento y en las huellas de la espátula. Destaco, que habla de “desbrozar” al momento de realizar la obra: de quitar aquello superfluo e innecesario para preparar el “terreno” para lo nuevo. Sosa, profundiza indudablemente, en esencias de concepción naturalista de un paisaje, exaltando luces, reflejos y transparencias. Provocando una imagen, donde las formas se construyen bajo el dominio de pinceladas y texturas densas de óleo. Ya hace desde un tiempo, también vinculadas ambas cosas, a lo propio de ciertas experiencias textiles. “Tejo mis lamentos” (2022), me resulta un claro ejemplo de la mixtura del óleo, con las fibras tejidas que se sitúan hacia el pie de la montaña. En “Instrucciones para llegar a todo”, la figura, intenta tocar con sus manos los tejidos multicolores y una maraña de hilos. Pugna, por acercarse al “divino lenguaje abstracto del tejido”.




Para Tomás Otero (n 1976), el camino ha sido otro. La labor realizada, como asistente personal de Oswaldo Guayasamin en Ecuador, entre 1996 y 1999, con seguridad contribuyó a su pintura.  Así como también, la visión directa de objetos y arquitectura precolombina, al acercamiento a una imagen más abstracta. Sus series, a partir del 2010, lo muestran en su forma más actual: geometrías con una textura uniforme y precisa ;  de bordes netos y seguros. Son “ideas”, de algo que se muestra ya en su versión más completa y definida. Algunas de las obras de Otero, nos permiten rastrear componentes de regiones que conoció. Si considero “Desde el bosque” (2014)- que no forma parte de la muestra-  puedo entrever incluso una forma animal, entre la constante de las verticales de los árboles. En Nº 8 (Serie “Sueño primitivo”), me resulta más difícil vincular la irregular y sensible geometría con algo de la naturaleza. Pero, los colores y cierta curvatura me habilitan tal vez asociarlo con un río. 

Retomo a Herbert Read, en uno de los capítulos titulado “La imagen constructiva" , sostiene que tras el romanticismo ha primado la idea de reemplazar las formas “orgánicas” de Coleridge por las “geométricas” o esquemáticas (p. 194). Desde el hecho de confirmar tal mirada, es que se abren diferencias notables entre la pintura de Francisco Sosa y de Tomás Otero. Pero, intentando hacerlas dialogar -como propone ese segmento de la muestra- es que descubro que hay cosas que los unen a ambos. En Sosa, hay “geometría tejida” que lo relaciona con elementos pregnantes de la pintura de Otero. En este último, a su vez hay en ocasiones búsquedas, pese a la dura consistencia de la imagen, para reconstruir algo de lo “orgánico”. Pero sin duda, lo más contundente de ese posible diálogo, es la pasión que ambos tienen por el acto de pintar.


Jorge Jofre. Noviembre 2024.

 

Francisco Sosa y Tomás Otero exponen sus obras en la muestra “Lo mágico, lo real y lo imaginario”. Curaduría Ticiana Manero.

Galería Juana de Arte. Sarmiento 64. Martínez.

 

lunes, 25 de diciembre de 2023

Maquinas enajenadas en una feria en Hautefaye.

 




  En el denominado Caso de Hautefaye (Tribunal de Dordoña; septiembre de 1870), el tribunal condena a la guillotina a cuatro de los juzgados y a otros quince a penas de prisión. Todos ellos por su participación en el homicidio del tendero Alain Demonéys bajo la circunstancia de considerarlo espía prusiano y traidor a la patria. El joven había asistido a una feria de ganado en el lugar, la mala interpretación de una frase suya, lleva a un grupo de campesinos -en su mayoría analfabetos y repletos de alcohol- a torturarlo, quemarlo en la hoguera vivo y untar pan con la grasa derretida de su cuerpo para comerlo.

El guionista de cine y escritor francés Jean Teulé (1953-2022) recreó más de un siglo después el luctuoso hecho que se considera uno de los más vergonzosos de la historia de Francia en Los caníbales (2009). El relato se inicia con el viaje de Alain Demonéys a Hautefaye sin saberlo con un claro derrotero hacia su muerte. En unos pocos capítulos, se define el destino del joven, a manos de una muchedumbre que ya lo acusa de traidor a la patria. Los siguientes tramos del libro – a modo casi de un via crucis – narran las atrocidades que puede cometer una verdadera turba exaltada. Luego el juzgamiento y la condena le posibilitan a Teulé dejar en clara evidencia el grado de precariedad existencial de la mayor parte de los protagonistas del homicidio. Hacia el final de Los caníbales se instaura también la idea del suicidio tema este que ya Teulé había tratado antes en una comedia negra titulada Le magazine des suicides (2006). El cuerpo de Anna Moundot- la que fuera planchadora en Angulema -  es encontrado en las heladas ciénagas de Nizonne. Cerca de su boca y una de sus manos se lee escrito en la nieve TE AMO (Teulé 120). Recreando la historia hace compartir al desborde demencial y asesino, la idea del amor frustrado entre dos jóvenes, a causa de los actos de una sociedad que parece funcionar en una feria de ganado en la Dordoña bajo conductas sumamente desviadas.

 En La anatomía de la melancolía , Burton destaca en un pasaje como la idea de la muerte convierte al hombre en sujeto vulnerable y perseguido por los pensamientos sobre la misma (1946 6). Pero, no obstante, si bien el filósofo entiende que esa fragilidad es producto en gran medida del pecado cometido por Adán, desde otra mirada, en su extenso ensayo, se acerca a la posibilidad de causas vinculadas a lo corporal y a lo psíquico. De este modo es que establece causales posibles de la presencia de la melancolía, una enfermedad que lo persiguió al propio Burton la mayor parte de la vida. La mención del antiguo texto habilita la posibilidad de que tal afección, causa de tristezas y hasta de estados de desánimo, sea un factor importante dentro del relato de Los caníbales. Los intensos y precisos diálogos, perfilan en una lectura entre líneas del relato, los motivos que causan la muerte de Alain Demonéys. Se comprende entonces como los actores directos, están circundados por una Francia en crisis. Una guerra contra el poderoso estado prusiano en permanente fracaso y los efectos de una sequía veraniega excepcional son algunas de las claves. De todos modos, eso no alcanza a explicar en su totalidad como más de seiscientas personas en una feria de un pueblo, como señala la reseña de contratapa de una de las ediciones, “se entregarán durante horas a realizar las peores atrocidades posibles” (2010).

 Tal vez mas allá de las circunstancias sociales y políticas sería necesario para aclarar algo de los hechos de la feria de Hautefaye recurrir a una mirada más centrada en el hombre y su estructura interior. Conti (2015) destaca en un artículo que Hubert Tellenbach (1914-1994) reflexionaba sobre la circunstancia de que debería haber una antropología que llegue a entender “la totalidad de las vivencias según su interrelación estructural” (62). Para el célebre psiquiatra alemán, la melancolía, expresada como una “depresión endógena” se daría tras el encuentro de lo que sabía denominar Typus Melancholicus con una situación de la exterioridad donde se podría incluir todo aquello por fuera que lo puede afectar; un clima social de guerra sería entonces válido. Podría ser una clara vía para generar derrames de melancolía entonces que desemboquen en un violento crimen colectivo. Circunstancia que no solo tendría – visto bajo el cristal de Tellenbach-  vinculaciones con la realidad sociopolítica y económica externa sino también con estados endógenos previos de por lo menos algunos de los autores de la violenta muerte del joven comerciante. 

El encuentro de Alain Demonéys con su primo Camille de Maillard – narrado en el capítulo 3 del libro- es clave en el nudo del relato. El pariente del tendero lee una crónica sobre la batalla de Reichshoffen e inicia una discusión con varios de los asistentes a la feria. Los campesinos imposibilitados de leer las noticias por su analfabetismo se cierran a un pensamiento xenófobo, que dada la retirada precautoria de Maillard, se centra por tanto en Demonéys como forma de vengar la supuesta afrenda a Francia y al emperador. La letra de La marsellesa compuesta por Roger de Lisle- ante la vista en 1792 de un cartel parisino callejero incitando a la ciudadanía a tomar las armas contra la amenaza extranjera- parece replicar en las cabezas de los campesinos.  Entonces es cuando – como podría explicar Deleuze- sus “máquinas deseantes” gruñen y zumban en lo profundo de sus mentes (1973 60); se enajenan y provocan la tragedia.


Jorge Jofre/2023.

 

Referencias bibliográficas.

Burton, Robert. Anatomía de La Melancolía, Buenos Aires: COLECCIÓN AUSTRAL, 1947.

Deleuze, Gilles, Guattari, Félix “El antiedipo: el deseo y la máquina deseante”, En El antiedipo: Capitalismo y esquizofrenia, Barcelona: Barral, 1973, 57-62.

Conti, Norberto Aldo, “Temperamento y Melancolía en la Psiquiatría Antropológica de Hubertus Tellenbach”,  Psicopatologia Fenomenológica Contemporánea, 2015:4(2),58-69.

 Teulé, Jean. Los caníbales, Barcelona: Ediciones B, Colección HISTORICA, 2010, 7-121.

 

lunes, 13 de marzo de 2023

Un constructor gótico en el Rio de la Plata.

 


                                                                              


Son dos  fragmentos de un escrito publicado en Argus-a, bajo del nombre de “Modernidad, sincretismo y filogoticismo en Carlos Páez Vilaró: contextos y estética de un artista rioplatense”. En él, se habla de los orígenes de la pintura del artista uruguayo, su actividad como muralista y constructor.

 

 Si bien se podría decir que el montevideano, con la arquitectura, llega aún más lejos que con las estructuraciones cubistas de la pintura y el dibujo, que reproducen en cierto modo fórmulas de otros artistas rioplatenses de los sesenta, no se deben retacear los logros de lo resuelto en el plano plástico.  Hay sin duda, un Carlos Páez Vilaró, que se acerca a otros rioplatenses - Barradas, Torres García o Espínola Gómez - en eso que Jorge Schwartz ha caracterizado como “la voluntad de ser nuevos”; de ser “distintos” (2004, 3). Tomando elementos de las vanguardias con algún posible tinte local. Y por supuesto, por sobre todo, heterogéneo al modo de un Espínola Gómez, con respecto a técnicas y procedimientos.

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Carlos Páez Vilaró, aún casi en el fin de su vida, paralelamente a la capilla-santuario pinta tanto escenas expresionistas de “llamadas de tambores” del candombe montevideano como verdaderos “retratos” de gatos al modo deconstructivo cubista. Demostrando así ese carácter propio de los artistas rioplatenses de ser cultamente heterodoxos desde las dos orillas del “charco”.  Y así es como retomando el gesto de Torres García en América invertida, Carlos Páez Vilaró, moderno, sincrético y filogótico, da vuelta el mapa y se ubica en el centro de la escena.


 Texto completo en Argus-a.   Vol XII. Ed. N° 47. Marzo 2023.

https://www.argus-a.com/archivos-dinamicas/1699-1.pdf

Jorge Jofre. ( Argentina-2023).

 

 

lunes, 14 de junio de 2021

Una Sociocultura y Comunicación Latinoamericana. Televisión, video y subjetividad.

 



 A fines del milenio anterior, el retorno a la democracia de muchos países latinoamericanos, traerá  progresivamente aparejado un particular retorno de intereses vinculados a la cultura. Los medios de comunicación darán buena cuenta de ese nuevo proceso que pone a la cultura como una gran protagonista;  y en un sitio muy especial a lo que se ha dado en llamar: cultura popular. Es dentro de este contexto que muchos intelectuales de origen latinoamericano se abocaran intensamente a investigar no solo la cultura popular, sino también a los medios y recursos que propagan la misma o la redefinen: el cine; la televisión; la radio y la prensa escrita. Sin descuidar tampoco a las personas; a quienes en definitiva no solo reciben el impacto de los medios, sino que de una forma u otra interactúan con ellos. Relacionando la educación y la interculturalidad  con los nuevos procesos comunicativos.

Se ha determinado un cambio en las investigaciones y sin lugar a dudas, podemos hablar ya de estudios socioculturales y comunicacionales en América Latina. Jesús Martín-Barbero en su ya casi mítica ponencia, “Aventuras de un cartógrafo mestizo en el campo de la comunicación” (1999), ha revelado cierta situación muy propia de los ámbitos de la América Latina a comienzos del milenio: el rancho de barro y paja no anula la presencia en la precaria vivienda de radiotransistores y antenas de televisión. La precariedad no impide la llegada de los medios de comunicación modernos. Una extensa oración le sirve acto seguido para citar: dispositivos de producción; rituales de consumo; puestas en espectáculo y códigos de montaje y reconocimiento. (Martín-Barbero:1999). Solo dos palabras bastarían, para que el panorama estuviera completo: cultura popular. Pero, de todos modos es fácil deducir que ya están implícitas bajo otras palabras pronunciadas por Martin Barbero. Nacía además un modo particular de enfrentarse a medios como la televisión, el video,  la prensa escrita o a fenómenos como el reality show.

Es en ese contexto, es donde se encuadra Televisión, video y subjetividad  Omar Rincón; libro nacido a comienzos del milenio y cuando la televisión aún se mantenía en un lugar de gran relevancia en lo que hace a medios de comunicación. Su infancia transcurrida en el pequeño pueblo de Maripi (Colombia), donde el teatro aparecía una sola vez al año bajo el abrigo de una enorme carpa; donde los libros se ofrecían casa por casa dado que no había allí librerías, tal vez lo llevó a encontrar una cierta paternidad en la figura de la televisión. A declararse tiempo después como “hijo de la tele”. A hallar en ella tanto el esparcimiento como una mirada del mundo que en ese momento no estaba a su alcance. La televisión achicaba distancias y le mostraba: hechos presentes y hechos del pasado; el triunfo y la derrota; la vida en las grandes ciudades; la oferta de productos; la riqueza y la pobreza. Todo eso y mucho más transcurriendo día tras día tras las imágenes en movimiento acompañadas de sonido; irrumpiendo antena mediante en la actitud quieta y silente de Maripi.

 

Fragmento del texto original: 

Jofre, Jorge. (2021). Reseña y comentario del libro ­ Sociocultura y Comunicación Latinoamericana a ­comienzos del milenio, de Rincón, Omar (2002). Culturas, (14), 307-312. https://doi.org/10.14409/culturas.v0i14.10320


domingo, 30 de agosto de 2020

UNA OBRA INCONCLUSA.

 

  BERNI/SIN TITULO

 

 



 

 Uno mira Sin título y se da cuenta que le recuerda a algo…a una de las láminas del Tratado del paisaje del pintor y teórico André Lhote   cuyo taller curiosamente frecuentó Berni durante su estadía en Paris. Ninfa acostada en un paisaje de Lucas Cranach es la obra en cuestión. Pero... ¿Porque Sin título nos remite a la obra de un renacentista alemán que pintó más de cuatro siglos antes que Berni? Tal vez, sean dos las lecturas de la obra del pintor germano que condicionan una cierta respuesta: una desde lo compositivo y plástico y la otra desde lo enigmático del mensaje.

 Leemos en el texto que acompaña a la figura desnuda de una ninfa recostada sobre la gramilla: tan desnuda y recostada como la figura de Berni: “Aislar el paisaje de la figura habría sido traicionar la intención- confesada o no- del pintor…” (1). Hay un fondo de paisaje donde vemos: una fuente que arroja agua, un abeto, montañas, vegetación y un trozo de cielo que solo ocupa aproximadamente 1/6 de la superficie de la obra. Leemos más abajo: “rehace, en la fuente, el mismo paralelogramo constituido por la parte superior del desnudo (el torso de la ninfa), desde los hombros hasta el muslo derecho” (2). Ese “rehace” de Lhote está trayendo a la escena la cuestión de las “rimas plásticas”:” las curvas del capitel recuerdan las del abeto que se halla del otro lado. Además, la estatua colocada sobre el capitel no habría sido favorecida por esa feliz presentación si su soporte hubiera quedado sometido a la misma perspectiva que la pileta…” (3). Berni como Cranach, también es una especie de poeta de lo visual. En su cuadro solo distinguimos dos elementos para construir la “rima”: el cuerpo desnudo y el avión, explayados en un paisaje “al vacío” y al modo de íconos.  La morfología del fuselaje y la cola del avión nos recuerdan a las piernas y los pies de la modelo; la luna entre las nubes al contorno de su cabeza.




Lo enigmático se hace ahora presente con claridad en Sin título. La ninfa del germano, como el desnudo de Berni, denotan encerrar ambas un misterio que es clave para la comprensión de las mismas. En la pintura de Cranach no hay “ruidos” que indiquen acción, hasta las hojas de los árboles y el agua que brota sutilmente del capitel de la fuente parecen haberse detenido. El avión de Berni aparenta no surcar el espacio, solo estar quieto en él sin precipitarse a tierra. El cuerpo de la abogada- modelo se presenta como congelado por un sueño interminable y semejante al silencio de la muerte. Allí es donde se abre una de las puntas del enigma: la figura de Sin título… ¿Está dormida? Dos frases del artista expresadas a la propia modelo aportan elementos a la duda más que a la respuesta. Ambas rescatadas de una entrevista realizada a la modelo-abogada: “mirá voy a poner un avioncito porque vos siempre estas distraída y no se sabe qué estás pensando”He sabido que no voy a terminar el cuadro” (4). La primera frase soporta la idea de que la figura desnuda ha cerrado su mente y ella circula por laberintos interiores ajenos a la realidad. La segunda nos lleva a la posibilidad de reconocer en la anatomía del cuerpo que reposa en la playa un hieratismo casi semejante al del rigor de la muerte y un tiempo detenido como en la ninfa de Lucas Cranach.

Ninfa acostada en un paisaje , nos lleva a evocar  La tempestad de Giorgione : uno de los  cuadros más emblemáticos y misteriosos de la pintura donde ” al parecer,  el paisaje ante el que se mueven los protagonistas del cuadro no constituye exactamente un fondo, sino que está allí, por sí mismo, como verdadero asunto del cuadro” (5).Giorgione muestra, al fondo, un cielo ennegrecido por la tormenta que se aproxima; la luz de un rayo ilumina los edificios y cobra protagonismo ante el ojo de quien mira. En Sin Título el paisaje es también como en el cuadro de Giorgione un primer actor: Berni pinta un cielo nocturno, con una luna semioculta por nubes y una luz que teatraliza el mar y la playa.  Como en La tempestad compite con  la presencia humana y cierra el misterio. El veneciano pinta el cuadro hacia 1508 cuando solo le restan menos de dos años de vida. El rosarino muere en 1981 mientras pinta Sin Título y la deja inconclusa pese a su esfuerzo por terminarla, como si supiera que es su última obra.

Acaso el paisaje de las dos obras, aunque separadas en su ejecución por más de 400 años no se podría decir que es como el espejo al cuerpo para muchos psicoanalistas. Hagamos un paralelo a modo de ayuda, Germán García alude al cuestión de que “La belleza por poner un ejemplo, está suspendida de una mirada entre el cuerpo y el espejo…” (6)…Así las figuras serían cuerpo y el paisaje  espejo en el cuadro de Giorgione, solo que en esta ocasión no podríamos saber lo que ambas cosas sostienen. Tal vez sea un drama en sus vidas: la tormenta se avecina sobre la mujer y la pequeña criatura. Si en tal situación, los cuerpos fueran en verdad la virgen con el niño, Giorgione estaría indicando que esa madre va a perder a su hijo; lo va a ver morir ante sus propios ojos. Entre el “cuerpo” y el “espejo” se sostendría así la idea de la muerte. En el cuadro de Berni, el misterio es más sutil aún: la modelo desnuda y el paisaje con un avioncito disimulan, en cierto modo, lo que sostiene la mirada del pintor en ese vínculo entre “cuerpo” y “espejo”. El presentimiento de una muerte que le pisa los talones lo lleva al artista a encerrarse en un silencioso misterio, a plasmar un paisaje que nada tiene que ver con los álamos santafecinos de sus primeros pasos en la pintura, ni tampoco con los collages que muestran la realidad de las villas de emergencia.

Por los sesenta, treinta años antes de que Berni dejara inconcluso ese gran cuadro, Alberto Greco, un artista que había participado activamente en el informalismo, trazaba círculos de tiza en rededor de seres humanos o de automóviles, firmando con su nombre la obra efímera así realizada (7). Con tal acción Greco se inscribía en una nueva forma de encarar la materialidad del mundo real, “apropiándose “de ella con el simple hecho de un trazo de tiza en el suelo en derredor de su “motivo “artístico. Ese hecho de apropiación de la realidad es dable ver sin duda también en la pintura, acaso el Giorgione no se apoderó de un cuerpo femenino para su cuadro y “lo señala” como Greco lo hacía con sus personajes de carne y hueso, solo que reemplazo el trazo de tiza por un paisaje tormentoso surcado por un rayo. Si esta idea fuera correcta, estaríamos en Sin Título en presencia de una apropiación por parte de Berni del cuerpo de la modelo; de una Graciela Amor rodeada por un misterioso paisaje nocturno con un avioncito surcando el cielo.

Supuestos, hipótesis, solo sabemos positivamente que el Berni que ha pintado ese cuerpo en un paisaje se ha restringido meticulosamente, en primera instancia, a elaborar un desnudo femenino que nunca concluirá. Ya no hay en su pintura objetos familiares; ya no hay rostros que reflejen la falta de trabajo; ya no hay cuerpos construidos con lo que la ciudad descarta. No hay título, ni pincelada final en ese cuadro que nos recuerda al de la ninfa de Cranach y a La tempestad de Giorgione…solo un cuadro inconcluso a modo de epílogo de un creador.

 

 

Una obra inconclusa. Jorge Jofre 2020.

Fragmento de Berni x 4 tiempos. EAE. Madrid. Jorge Jofre. 2012.

 

 

Notas.

 1-2-3-LHOTE, ANDRÉ, (1970) Tratado del paisaje, lámina 19. Buenos Aires, Poseidón Editora.

4-GARCIA, FERNANDO, (2004) “Los ojos. Vid Buenos Aires, Poseidón Editora, 1970.a y pasión de Antonio Berni, Buenos Aires, Planeta.  p. 12-13

 5- GOMBRICH, E H, La historia del arte, p. 329.

6-CARDIN, ALBERTO, (octubre 1982) Cuerpo, mirada y muerte, Barcelona, Revista Moda Nro. 3.

7- RISSO, PATRICIA.  (1998) Instituto Di Tella. Experiencias ´ 68, Buenos Aires, Fundación PROA.

, p. 36-37.

 

Imágenes:

 Sin título. misceláneasenred.wordpress.com

Ninfa acostada en un paisaje. Es.wikipedia.org.

martes, 5 de mayo de 2020

LA SEDUCCION DE LA PANTALLA DE TV.





Algunas fotos  antiguas de  niños allá por los cincuenta, los muestran frente al televisor y en algunos casos manipulando con delicadeza el selector. Con la mirada fija en lo que ocurre en la pantalla. Con el respeto que le merece ese aparato capaz de brindarle semana a semana el placer de su serie favorita. La palabra placer nos conduce a seducción. A una acción humana que no se restringe al ámbito del sexo como muchos creen sino que comprende fundamentalmente a aquellas acciones que tienen como objeto llevar a una persona o a muchas hacia un fin propuesto. Un fin que puede ser incluso bueno o malo pero cumple en definitiva con los parámetros de la seducción.
Nos preguntamos  qué fue lo que motivó que tantos niños se establecieran capítulo a capítulo delante de un televisor, para ver series” del oeste”, y que adoptaran juegos donde aparecían los cowboys y los indios. También nos debemos preguntar sobre qué fue lo que sedujo de esas series al público televisivo de los ‘50 en adelante. Allí es donde la búsqueda de esa seducción  nos lleva a ahondar en la imagen-pantalla, en esa parte de un todo que constituye en sí el hecho televisivo. Mediante capturas de pantalla, obtenidas de internet, de capítulos de esas viejas series ambientadas en el lejano oeste norteamericano.


 
PRIMERA CAPTURA.




 La captura pertenece a un capítulo de la Primera temporada (1955) de  Gunsmoke  (1). En la calle dos hombres se enfrentan en el pueblo de Dodge City. El sheriff Matt Dillon (James Arness) no se encuentra en el lugar para impedir el enfrentamiento, un caballo  parece ser ocasional testigo del duelo. Un hombre de espaldas esta en primer plano, el chaleco corto, nos permite ver las balas de su cinturón. Su mano derecha esta presta a desenfundar el arma. El otro hombre está más distante pero ello no evita que en seguida notemos que es zurdo por la manera en que ostenta su pistolera y la mano esta notablemente cerca de la culata del revólver. La imagen-pantalla-detenida se constituye en momento pregnante, ese gran descubrimiento que hizo el griego Mirón con su discóbolo. Uno sabe fehacientemente que el atleta va a lanzar el disco: uno sabe también que el hombre zurdo va a disparar y muy rápidamente por cierto. Por la época de la primera temporada de la serie, John Ford, ya había filmado La diligencia, Fuerte Apache y Río Grande. Había sin duda tipologías impresas en la mente del público adulto y hasta un niño de corta edad podía tomar recaudo de las mismas. Capítulo tras capítulo Gunsmoke confirma esas tipologías fordianas que van acaparando la atención del pequeño y del no tan pequeño también.


SEGUNDA  CAPTURA



En ella se ve  la imagen-pantalla-detenida del plano secuencia final del mismo capítulo de Gunsmoke. El sheriff Dillon  transita la calle hacia su oficina. El visionado del capítulo nos permite saber que antes  el sheriff ha tenido que matar al pistolero zurdo en defensa propia y de la ley. Y que tras ello se aleja rápidamente de los testigos del hecho sin siquiera emitir palabra. Dillon no busca con la estrella que lleva en su camisa obtener fama ni mucho menos. Es un ser solitario (todo esto uno lo descubre en sucesivos capítulos) y del cual se sabe poco: como Bronco o El Virginiano. Ese no conocimiento profundo del sentir y de las posibles acciones del personaje; ese carácter misteriosamente hermético es sin duda lo que atrae a grandes y chicos. La soledad es protagonista en la enorme humanidad de Matt Dillon cuando se halla fuera de la acción. Gunsmoke, fue además, la serie que marcó tal vez el corte de un estilo de western televisivo. El alguacil Matt Dilon luchó permanentemente por mantener el orden en Dodge City a través de veinte años de emisiones de la serie.


TERCERA CAPTURA.




Nos trasladamos ahora a otra de las grandes series nacidas en los cincuenta: The Rifleman . La imagen-pantalla pertenece a Death Never Rides Along (La muerte nunca cabalga. episodio 147). La ventana de la habitación nos permite espiar a Lucas McCain (Chuck Connors) y al villano de turno Dan Mowry (Lee van Cleef) departiendo en la ventana en un tono que parece indicar que cada uno explora y mide a su oponente. La idea del bueno y el malo se amplifica con la proximidad de los rostros y el gesto que se une a las palabras en cada uno. Un dualismo, el del bueno y el malo, ampliamente tratado por el cine casi desde sus orígenes. Y muy extensamente por el western norteamericano en el cine de John Ford, Howard Hawks o John Houston. Destacando de este último ,El tesoro de la Sierra Madre, filme de 1948 que marca como una ambición desmedida de riquezas puede generar un intenso mal.  Houston hace oscilar el bien y el mal como si estuvieran en un péndulo y bajo la presión de un desierto que agobia constantemente a los protagonistas. Cuantas veces los niños en sus juegos han incluido esa disputa entre el bien y el mal tan vistas en esas antiguas series de TV. Sin entrar en esa profunda duda que estableció hace más de un siglo Nietszche en lo que hace a la moral y a la conducta humana. El péndulo de esas series televisivas se detiene solo en los puntos extremos y opuestos y deja inevitablemente huellas en el televidente.


CUARTA CAPTURA.





Pertenece también a Death Never Rides Along. Dejamos deslizar en secuencia las imágenes de la conversación en la ventana protagonizada por Connors y Van Cleef y efectuamos otra captura en el preciso instante que ha terminado la misma. Dan Mowry sigue apoyado en la ventana exactamente igual. McCain se ha encaminado hacia la puerta y hecha una última mirada de soslayo a su ya con seguridad oponente. Observamos que la cámara esta aún estable en el mismo lugar y encuadre. Solo que al retirarse McCain hacia la puerta se hace un poco más visible y amplio el espacio de la habitación. Un ligero cambio en la cortinita de la derecha nos da mayor indicio de un tiempo transcurrido entre las dos imágenes-pantalla-detenidas. Es en este momento donde comprendemos que complejo puede ser precisar la preferencia por uno u otro protagonista.  Cuan fino es el hilo entre el bien y el mal en ocasiones. Cuantas trampas nos puede ofrecer la seducción;  y cuantos ejemplos nos ha brindado el cine al respecto.  En La verité (1960) el cineasta Henri-Georges Clouzot muestra a una protagonista Dominique Marceau (Brigitte Bardot) como confusa en su vida y capaz de dañar casi sin conciencia alguna. Termina matando a Gilbert Tellier, un músico prometedor, que había sido amante suyo y estaba por casarse con su hermana Ann. Seducido por el personaje, de una Brigitte Bardot muy joven, el espectador hasta puede aceptar sin condicionamientos la secuencia que muestra como mata a Gilbert. Los  tramos finales que Clouzot sitúa en el juzgado, con las declaraciones de la imputada y los testigos van poniendo en claro la idea de un bien y de un mal. Idea que se confirma tras el suicidio de Dominique y la lectura de una carta que deja: Los que parecen buenos no lo son tanto. La seducción ha tenido en muchos momentos del filme un peso tan grande capaz de impedir que uno comprenda justamente la verdad. De allí La verité el nombre del filme.
 La seducción que ejerce un personaje en el espectador lo conduce muchas veces a etiquetar al mismo. Acaso, por nuestra experiencia en Death Never Rides Along: no lo tenemos por malo a Lee Van Cleef. Por un malo que seducirá  mucho  más aún cuando se encuentre frente a frente con Clint Eastwood, en los inolvidables spaghetti western de Sergio Leone. El péndulo se detiene entonces de la mano del director en ambos extremos por momentos: alternativamente vemos al bueno o vemos al malo separados por duros cortes de cámara. Descubrimos que la seducción que pretende provocar Sergio Leone, plano a plano, nos va impregnando de ella. Esa seducción conduce sin duda también al espectador del cine y de esa TV frente a la cual se sentaban todas las tardes los niños para ver sus series favoritas. Entonces Chuck Connors es el bueno y Lee Van Cleef el malo.


REQUIEM PARA EL TEATRO ROYAL.



El western al estilo de John Ford  les había enseñado a millones de niños a caminar como un verdadero cowboy; a desenfundar rápidamente un revolver o  disparar en el medio de una balacera. Con las series televisivas “del oeste”  la situación  se amplió aún más. Esos suministros diarios  enriquecieron sin duda los juegos de rol de los pequeños, y sin faltar por supuesto” los buenos” y” los malos”. Fueron haciendo en gran medida, por otro lado que la atención se desplazara del cine a la TV y no solo en lo que respecta al niño sino a toda la sociedad misma.
Mucho de ese deslizamiento del cine a la TV está implícito en The Last Picture Show (La última película. 1970. USA),  célebre realización de Peter Bodganovich. El filme basado en el  libro homónimo del escritor Larry Mc Murtry nos conduce a un pequeño pueblo de Texas donde los únicos lugares de diversión  posibles allá por los cincuenta  son un billar, un restaurant, el cine Royal y alguna ocasión de tener sexo. Debido a este filme Mc Murtry, guionista también del mismo, ha dicho sobre Bodganovich: “Él está tan conmovido como yo por el final de las cosas, por el ocaso de los periodos….” (2).
  En una de las secuencias que  precede al desenlace del filme vemos un muy escaso público presenciando, en medio de decenas de butacas vacías, la proyección de Red River (1949) de Howard Hawks. Un público que es una suerte de narrador omnisciente que sabe que esa será la última película del Royal. La televisión ha ganado y ello Bodganovich lo anticipa en el filme mostrando a dos de los protagonistas ante la TV. El fotograma cinematográfico amplificado en la enorme pantalla de cines como el Royal ha sido derrotado por el influjo de las ondas hertzianas que se transmiten a la pequeña pantalla de la  TV. La televisión también ha llevado el western, del cine  a miles de hogares, en forma de series como Gunsmoke.
. Ya se ha proyectado en una sala casi sin público: Red River;  la última película en cartelera del Teatro Royal. Es el final del filme de Peter Bodganovich. Los últimos cuadros indican la presencia de una cámara que lentamente recorre los frentes de edificios y recala definitivamente en el cine que ya ha cerrado para nunca más abrir. La calle está también vacía y como siempre el polvo y el viento texano completan la solitaria escena. Un viento que parece cantar un  réquiem monótono y continuo  al viejo Royal ya extinguido. La seducción de la pantalla de TV le ha robado al cine su protagonismo definitivamente.


Referencias:
1) Todas las capturas de pantalla pertenecen a videos de youtube.com y pueden ser visualizadas buscando mediante los datos del capítulo de la serie.
2) Juan Carlos González A. https://www.tiempodecine.co/web/en-anarene-empieza-y-termina-el-mundo-la-ultima-pelicula-de-peter-bogdanovich/

JORGE JOFRE/ LA SEDUCCIÓN DE LA PANTALLA DE TV. (2020).
 Publicado Mayo 2020 en JOFRE Y APARTE/BLOG.