Bajo
el efecto de una mirada rápida al contenido de “La Edad Media y la Idea
del Progreso”, es fácil construir que en su esencia son dos las
palabras clave que conforman este breve trabajo: historia y progreso.
Desde el punto de vista de la historia, tras unas breves consideraciones
fundamentalmente de carácter historiográfico, la cuestión se resuelve
en aspectos vinculados a la Edad Media: el pensamiento de la época, la
cultura y la literatura. Desde el punto de vista del progreso, el
soporte se construye con el pensamiento de Walter Benjamín. Así es como
la idea benjaminiana del progreso se cruza con citas y comentarios sobre
la Edad Media, buscando hallar un camino que esclarezca si a tal
momento histórico le cabe en alguna medida la posibilidad de implicarse
con cambios que incluyan una evolución a futuro de los mismos.
Palabras clave: Historia; progreso; pensamiento; cultura; literatura; idea benjaminiana del progreso.
Historia y progreso.
Benedetto
Croce en “Il concetto della storia nelle sue relazioni con concetto
dell ´arte” alude a un único objetivo de la historia: “narrar los
hechos”. Considera que los mismos deben ser expuestos por el historiador
solo “de la manera exacta en que han sucedido”; sin producir alteración
alguna en las causas de los mismos; manifestando esa sola circunstancia
como “el ideal de la buena historiografía de todos los tiempos” [1].
En
este escrito juvenil Croce, en el cual Hegel ejerció su seducción,
rechaza la historia-narración para entrar decididamente en el concepto
de la historia como explicación de los hechos; para ingresar
decididamente en lo historiográfico. Supera decididamente la idea del
alemán Leopold Von Ranke, de: “...tan solo exponer el hecho en la forma
que ha sucedido... [2] . Quien fuera casi podríamos decir el “padre” de
la historiografía, solo limitaba el análisis de la historia a un
análisis exhaustivo de las fuentes obtenidas.
De tales
afirmaciones se infiere que a través del tiempo no solo hubo
historiadores y sucesos históricos acaecidos sino que también distintas
formas de narrar y explicar el hecho por grande o pequeño que fuere. Eso
solo justificaría las contrapuestas visiones de la historia del arte (
para citar un ejemplo ) en el siglo XIX de Gottfried Semper y Alois
Riegl ( el célebre maestro de Erwin Panofsky ) o la casi caprichosa
clasificación de Heinrich Wölfflin del renacimiento y el barroco , donde
los conceptos parecen a veces trastocarse en esquemas vacíos de
contenidos.
También podríamos traer a la memoria, la profunda
labor de Eric J. Hobsbawm por clarificar la visión contemporánea de la
historia social. El historiador nacido en Alejandría sacó del hielo al
marxismo y lo empleó como herramienta para la construcción de una
historia donde lo social cobra protagonismo. Sus trabajos de 1954 sobre
la crisis general del siglo XVII y el prólogo realizado en 1964 para la
edición del fragmento de las Grundisse de Marx sobre las formaciones
económicas precapitalistas marcan esa línea de conducta. En la
introducción al trabajo de Marx, Hobsbawm sostiene que la teoría del
materialismo histórico solo necesita de la presencia de una “sucesión de
modos de producción”; de una sucesión donde el ordenamiento de esos
modos no este tal vez predeterminado de antemano. [3] . El historiador
antepone al secuenciamiento cronológico la relevancia del modo de
producir.
El panorama de la historia del mundo contemporáneo
redactado por Hobsbawm en cuatro volúmenes, culmina en su “Historia del
siglo XX” donde se nos muestra preocupado por el hecho de ser cronista y
testigo de su tiempo y a la vez trazarnos una posible perspectiva del
futuro.
Es en este punto donde Hobsbawm, nos habilita el camino
para que aparezca un nuevo concepto que se une e imbrica a la cuestión
del tratamiento de la historia. El hecho de plantearnos la posibilidad
de vislumbrar un futuro nos habilita el camino para hablar de sucesos
que avanzan en un cierto orden…..para hablar de la idea de progreso.
Pero
tal idea no es sin duda alguna un sello original acuñado por Hobsbawm.
Si retrocedemos en el siglo XX, nos encontraremos en Walter Benjamín con
la cuestión del progreso relacionado con la historia. Es este célebre
filósofo de la Escuela de Frankfurt que desde sus “Discursos
interrumpidos” y tras las herencias dejadas por Hegel y Nietszche se
animará a presentarnos una nueva concepción de la historia que nutrirá a
muchos historiadores posteriores. Una nueva concepción alejada de los
planteos “mecanicistas” que pretendían explicar los sucesos como piezas
de un gran mecanismo o una especie de “engranaje de relojería”.
En
“Discursos interrumpidos”, Benjamín, alude a la idea de un tiempo
“homogéneo y vacío” [4] donde lentamente se depositan los sucesos. Para
el filósofo la historia no solo es una secuencia mecanicista de hechos,
sino también un conjunto de sucesos que se depositan en un no material
receptáculo que él denomina como “tiempo homogéneo y vacío”.
El
conjunto de los sucesos determina la idea del progreso; pasado, presente
y futuro juegan un rol nuevo y distinto dentro de tal estructura, donde
“La filosofía de la Historia” de Hegel finamente tamizada por Benjamin,
hace acto de presencia. Así es como bajo esta mirada , un episodio
presente solo tiene validez vinculado al pasado que anula y al futuro
que aguarda para completar el total del proceso….el presente no es
totalidad , solo un engranaje de la gran maquinaria de la historia; “
solo cuenta a título de fragmento” [5] .
Así como Platón recurrió
al “mito de la caverna” para aclarar ciertos aspectos de su pensamiento,
Benjamín, ahora recurre a un cuadro para traer a escena la cuestión de
la historia y del progreso. Toma en cuenta a “Angelus Novus” donde Paul
Klee, “representa un ángel que parece como si estuviese a punto de
alejarse de algo que le tiene pasmado” [6] . De allí nace la alusión
benjaminiana del “angel de la historia” que vuelve la mirada a las
ruinas del pasado, mientras un viento poderosísimo lo arrastra, de
espaldas, del presente hacia el futuro….” mientras que los montones de
ruinas crecen ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros
llamamos progreso...”. [7] .
El “ángel de la historia” de Benjamín
sometido al fuerte viento no puede evitar el progreso, que crece
desmesurada y descontroladamente. La metáfora nos sirve de especie de
"modelo " de lo histórico en relación a la “idea del progreso” si en la
historia se puede hablar de " modelos ajustables” que vayan cambiando
las reglas del juego.
La línea histórica que fuera adecuada para
los historiadores del pasado ha perdido credibilidad en el siglo XX, ya
no se puede hablar de los sucesos ordenados unos tras otros como en el
pasado; los mismos se superponen, se decusan, se aproximan y se
distancian en distintos puntos de su marcha…..la modernidad de fines del
siglo XIX ha traído consigo una nueva sociedad mucho más dinámica que
no puede ser explicada solo mediante un único y lineal recorrido.
Fenómeno
que trasladado al presente nos complica más aún el panorama , pero de
todos modos no nos impide tener en claro que no hay solo " historia e
historiadores ", sino que en lo que hace a las llamadas ciencias
sociales las teorías y los cambios generan progresos en el conocimiento
humano; determinan nuevas formas de abordar los campos. Si descartamos,
de todos modos, ciertas posturas extremas de confianza en el progreso
mediante la ciencia debemos sin embargo tener en cuenta que para
pensadores como Benjamín la idea del mismo se haya ligado casi con
seguridad a la idea de cambio y revolución. Debemos comprender que, bajo
esta estructura de pensamiento, para pasar de un período a otro es
necesario acumular una sucesión de hechos que en definitiva se
constituye en progreso.
Edad Media y progreso.
En
el prólogo de una edición castellana del libro de Jacob Burckhardt ” La
Cultura del renacimiento en Italia”, el prologuista expresa: “ …abarca
en ella , en efecto , toda la vida del renacimiento , la época que va
desde Dante a Miguel Angel y haciéndola destacar sobre el fondo de la
Edad Media con neto y vigoroso relieve” [8] . “Fondo de la Edad Media”,
dice Bofill y Ferro, casi como si estuviera aludiendo a las ruinas del
pasado y haciendo poner nuevamente a Benjamín en acto de presencia.
Acaso ese” fondo de la Edad Media “no puede ser considerado como parte
de las acumulaciones producidas dentro del “ tiempo homogéneo y vacío”
mencionado por el filósofo.
Sabemos sin duda alguna que Jacob
Burckhardt , acertó en lo que hace a algunos de los elementos
constitutivos de esa " zona de paso " entre la sociedad gótica tardía y
la renacentista; percibió en cierto modo la idea del progreso en el
simple acto de pensar en el tránsito de una cultura a otra.
Burckhardt
descubrió algunos de los puntos de contacto que conducen de un gótico "
feudal y religioso " (feudal tardío) a un renacimiento individualista y
cientificista que plantea graves crisis en lo que respecta a la fe y
abre el camino de un futuro culto a la razón siglos después.
En “
La cultura del renacimiento en Italia” , el historiador, lamenta la
inexistencia en los humanistas de trabajos generales sobre la historia
general de la Edad Media . Menciona en cambio como aquellos que han
considerado el período histórico (por lo menos en parte) son Matteo
Palmieri con sus crónicas; Blondus de Forli en sus “Décadas” y un típico
producto de la ilustración: Edward Gibbon, que en su “Historia de la
decadencia y ruina del Imperio Romano” (1776) dedica 300 folios a los
estudios de las fuentes y autores correspondientes al período de tiempo
que va desde la temprana Edad Media hasta la muerte de Federico VI.
Líneas
abajo afina aún más la puntería en el texto: " No vamos a investigar
aquí críticamente que escritos utilizó Blondus, ni donde los descubrió;
(los habrá rescatado de las ruinas del pasado, nos podemos preguntar)
pero en la historia de la nueva investigación nadie podrá discutirle el
honor a que se hace acreedor con esta obra (y allí viene la fuerte forma
afirmativa del historiador que muchos reprocharon). Ella por sí sola
justificaría la afirmación de que únicamente el estudio de la Antigüedad
ha hecho posible el estudio de la Edad Media." [9] .
A
continuación , establece en el texto un juicio vinculado al tiempo
histórico vivido: "...Hay que tener en cuenta, por otra parte , que para
la Italia de entonces , la Edad Media era algo que había pasado y que
por lo tanto , el espíritu podía juzgarla libremente , como un hecho
fuera de sí mismo....." ....y agrega..."..."No puede decirse que la haya
juzgado en seguida con justicia , ni siquiera con benevolencia ; en las
artes prevaleció un fuerte prejuicio contra las creaciones medievales y
los humanistas fechan con su aparición el comienzo de una nueva
época.....". [10] .
El historiador entonces remata su faena con
una frase de Bocaccio escrita en las epístolas a Pizinga: "...Empiezo a
esperar y a creer que dios se ha compadecido del nombre de Italia cuando
veo que su magnánima bondad vuelve a conceder a los italianos almas
parejas a las de los antiguos, almas que buscan la gloria por un camino
que no es el de la rapiña y la violencia sino que la buscan por la senda
de la poesía, cuyo premio es la inmortalidad...”. [11] .
Es en
este momento cuando la duda fundamental se hace presente…. ¿Habrá
intuido Burckhardt la posibilidad de un recorrido entre la Edad Media y
el renacimiento? …. ¿Habrá descubierto en ello una superación de una
etapa por otra; en definitiva la idea del progreso?...tales incógnitas
son harto difíciles de encaminar hacia una respuesta.
De todos
modos, tal vez la lentitud de ese proceso no le ha impedido a Burckhardt
o a McNall Burns, aunque ambos historiadores vivieron en distintos
siglos, percibir la presencia de un cierto progreso que reúne en sus
extremos al pasado con el presente. Relevante como ejemplo al respecto,
es el caso de la época de Dante Alghieri ( 1265-1321) , donde MCNall
Burns relata que ya se había iniciado la lectura de los clásicos,
menciona que el poeta se complacía en la lectura de tales autores y casi
adoraba a Aristóteles , Séneca y Virgilio y agrega que cuando el poeta
italiano escribe la “ Divina comedia” ( en lengua toscana ) , en ella :
"....concibe al universo como un mundo finito cuyo centro es la tierra y
en el que todo existe para beneficio del hombre ..." . [12]
La
idea renacentista del hombre como centro del mundo ya está claramente
expresada en Dante ; allí se puede hallar un notable punto de
articulación entre lo " gótico " y lo " renacentista " . Dante construye
su “Divina Comedia”, basada en la cosmogonía cristiana medieval pero
combinando la alegoría con personajes reales de su Florencia natal,
hecho que indica no solo la preocupación por “el mundo circundante” sino
los albores de una nueva era donde la figura del hombre cobra
protagonismo.
El historiador Arnold Toynbee, agrega otros
elementos a la cuestión de Alighieri cuando afirma que la resolución
tomada por el poeta “… de componer la “ Divina Comedia” en estrofas de
versos rimados y en toscano , en lugar de los hexámetros latinos tuvo
una importancia esencial en la ulterior inspiración de la poesía
compuesta en todas las lenguas vernáculas del mundo occidental “ [13]
permitiendo liberarse , a la nueva lengua, de la tradición del latín y
dar así rienda suelta “ al libre juego de las facultades creadoras”.
“…En la época de Dante, Italia había desarrollado una forma regional de
civilización occidental. El resto de la cristiandad occidental tardó dos
siglos para alcanzar el nivel cultural a que había llegado Italia en el
1300..." [14] . La península itálica había alcanzado el límite de "
quiebre " con la cultura medieval y se mostraba en su esplendor; la "
cultura del renacimiento en Italia " descripta por Burckhardt; se había
iniciado dejando atrás las últimas etapas de la Baja Edad Media
Acaso
en ambas citas referidas a Dante Alighieri y su “Divina Comedia”, no
esta el claro ejemplo que nos brinda la posibilidad de concebir la “idea
del progreso” aún en la tan mentada oscuridad de la Edad Media. El
proceso que lleva al poeta florentino a una superación de los modos
góticos aún más avanzados y lo pone ya en el contexto de una nueva era
implica evolución; implica el silencioso trabajo de una especie de
“selección natural” que lo conduce a mutar el antiguo estilo literario
por el “dulce estilo nuevo”; incluye como en la selección darviniana
evolución y por lo tanto progreso.
La cuestión del progreso.
Es
cuestión fundamental de este trabajo: intentar establecer un diálogo
entre la “idea del progreso” y un período de tiempo catalogado siempre
como sombrío; como una especie de alteridad del progreso. Hallarle a la
Edad Media, tal vez su verdadero sentido, dejando de lado la oscuridad
con que siempre se la calificó; descartando la visión negativa que de
ella tuvo el renacimiento y la humanidad posterior. Para ello nos
resulta esencial poder quitarnos la imagen de una edad monótona e
intrascendente donde el sistema feudal dominaba en una constante sin
variantes la escena.
En primera instancia, si buscáramos un icono
fundamental que represente a la Edad Media, deberíamos pensar en las
maravillosas miniaturas realizadas para el Duque de Berry por los
hermanos de Limburg. Una de ellas muestra al castillo del Louvre tal
como estaba a principios del 1400. Los Limburg ubican el castillo en la
parte superior de una de las páginas del Libro de Horas, y lo enmarcan
con un semicírculo con un calendario y signos del zodíaco. Por el jardín
del palacio pasean algunos personajes que por sus vestimentas se pueden
identificar con nobles. En el tercio inferior de la miniatura,
separados de la fortaleza por el agua de un foso, se hallan los campos
del señor de la comarca. Se ve a un campesino rotulando la tierra con un
arado tirado por un caballo, mientras otro labrador ubicado en primer
plano arroja semillas en los surcos.
Pero la imagen de los Limburg
solo plasma una cierta mirada de la Baja Edad Media, dado que como ha
indicado José Luis Romero en ese momento de la cultura gótica se produce
un cambio fundamental de la “imagen del mundo y del saber”. Las formas
de vida de la época se acompañan de un mayor sentimiento de la
naturaleza; de un marcado interés por parte de filósofos y científicos
en las cuestiones del mundo circundante. [15] , y de un pensamiento que
opta por limitarse a la tradición de la escolástica o por iniciar nuevos
recorridos; un pensamiento que por momentos se torna total y
absolutamente bipolar.
Es en este punto donde podemos recurrir, en
segunda instancia, a una famosa novela del semiólogo italiano Umberto
Eco., “El nombre de la rosa”, al cual el haber descubierto en 1968 “Le
manuscript de Dom Adson de Melk” ( Aux Presses de l’Abbaye de la Source,
Paris, 1842) redactado por el abate Vallet , le permitió escribir la
misma y ambientarla en las postrimerías de la Edad Media. Historia que
pese a desarrollarse dentro de un monasterio cristiano, esta plagada de
crímenes, misterio e intrigas; elementos que rompen con la monotonía de
la vida monástica y que en definitiva alteran el rutinario trabajo de
escritura de los monjes en sus scriptorium...
Pero, lo notable del
extenso relato escrito por Eco es que el mismo le permite poner en
juego la idea de un pensamiento bipolarizado en el aparentemente
uniforme horizonte de la Baja Edad Media. A la acartonada “ escolástica”
desarrollada bajo el rigor de normas inflexibles y corporizada, en la
novela, por la figura del inquisidor Bernardo Gui , Eco, le opone al
detectivesco Guillermo de Baskerville , nítido exponente del pensamiento
“ nominalista” que fuerza la última parte de la cultura gótica y deja a
un costado lo platónico para adentrarse en la materialidad de las
cosas.
Bernardo Gui, rinde culto a una tradición de la iglesia que
por momentos apela a la imposición de la fe y un pensamiento por la
fuerza: a una mirada vuelta hacia el pasado. Mientras Guillermo de
Baskerville representa un nuevo pensamiento de cara al futuro; de cara
evidentemente al progreso. Como el filósofo medieval Guillermo de
Ockham, uno de los creadores del “nominalismo”, Guillermo de Baskerville
busca acercarse a la idea de un “conocimiento más exacto”, términos que
la epistemología ha vinculado en muchas teorías con la idea de
“progreso científico”. Tengamos en cuenta que antes de terminar el siglo
X, “ la traducción al latín de las obras lógicas de Aristóteles que
llevó a cabo Boecio era estudiada y expuesta en Occidente por el erudito
francés Gerbert de Aurillac, después de haber permanecido dormida
durante cuatrocientos cincuenta años....”. [16] . Hecho que sirvió para
desplazar, por lo menos en parte, del posible centro de la escena a
Platón y el “neoplatonismo” y puso en juego la posibilidad de tímidos,
pero nuevos planteos teológicos que abren una brecha hacia las creencias
del humanismo en Italia y las revoluciones protestantes del norte de
Europa.
Pero, pese a los intentos de pensadores como Eco, de
hallar alguna idea vinculada al progreso dentro de la Edad Media,
sabemos que hasta el término “medieval”, desde mediados del siglo XIX
"...tuvo un persistente uso desfavorable, comparable con el sentido
peyorativo de primitivo, o con anticuado...”. [17] . Cuestión que no se
limita solamente al término, sino que arriba al hecho de no poder poner
en claro como el hombre europeo pudo pasar de un aparente sistema feudal
cerrado a la cultura humanista del renacimiento.
.El historiador
Paul Johnson cree que en muchos momentos durante la Edad Media,
gobernantes, artistas e intelectuales intentaron volver al esplendor
romano [18] , búsqueda que el sistema socio-político y económico de la
época impidió en gran medida. Dicho en otras palabras, tuvieron en
cuenta las ruinas de un pasado glorioso; y así es como tal vez algunos
han llegado a hablar de: un renacimiento antes que el renacimiento; de
un resurgir de la cultura greco-latina antes aún de lo que lo que los
historiadores consideran.
Tal vez bajo la luz de estas
afirmaciones, es que podamos generar a modo de hipótesis, la posible
existencia de una Cuarta Etapa de la Edad Media; una especie de bisagra
que articula la cultura gótica tardía con la forma más primitiva del
renacimiento. Si esto fuera cierto estaríamos a un paso de poder aplicar
la “idea del progreso” dentro del campo mismo de la siempre
menospreciada sociedad medieval.
Pero, no nos alegremos en demasía
ante la posibilidad de ver la existencia de alguna forma de progreso en
la Edad Media, porque tal vez en ello se halla el elemento germinal de
nuestras carencias presentes como sociedad humana. Ya en el siglo XIX
desconfiaba Baudelaire del progreso y Benjamín entendió a la modernidad
como el “tiempo del infierno” (Benjamín, 1927/29)…entre las
interpretaciones de la metáfora benjaminiana inspirada en el cuadro de
Klee, existe aquella que sostiene que el ángel de espaldas al futuro
cruza su mirada con el avance del tiempo; observa así las ruinas que el
cruel progreso va dejando.
Guillermo de Baskerville, el personaje
de Eco, trata de mirar el futuro cara a cara sin miedo a afrontarlo,
mientras que el ángel benjaminiano no puede o no quiere verlo porque tal
vez intuye que el progreso no es tan bueno como aparenta. El filósofo
frankfurtiano, se ha dado cuenta que el “conocimiento más exacto” o las
nuevas posibilidades de la técnica o el impacto de la ciencia en el
mundo moderno no han servido para mejorar o ni siquiera mantener bien
firme ciertas cuestiones vinculadas a la conducta humana; cuestiones que
al negativizarse se relacionan con la violencia; el aislamiento o la
desesperanza y relativizan la idea del progreso como algo salvífico. Si
esto fuera verdadero, Walter Benjamín, debió haber visto en nuestro
presente una oscuridad mayor aún de la que siempre le hemos atribuido a
la tan menospreciada Edad Media.
Notas
[1]
SAITTA, Armando, Guía critica de la historia y la historiografía, FCE,
México, 1996, op.cit. “ Il concetto Della storia nelle sue relazioni con
concetto dell arte” , Crocce, pag. 32-33.
[2] Ibídem, p. 187.
[3] HOBSBAWN, Eric, Entrevista sobre el siglo XXI, Critica, Barcelona, 2000, p. 187.
[4] BENJAMIN, Walter, Discursos interrumpidos, Taurus, Madrid, 1982, p. 187.
[5] BURCKHARDT, Jacob, La cultura del renacimiento en Italia, Iberia, Barcelona, 1979, Notas prologales, pp. IX -X.
[6] Ibídem, p. 187.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem, p. 180.
[10] Ibídem.
[11] Ibídem. P. 181.
[12] Mc NALL BURNS, Edward, Civilizaciones de occidente. Su historia y su cultura, Peuser, Buenos Aires, 1964, p. 385.
[13] TOYNBEE, Arnold, La gran aventura de la humanidad, Emecé, Buenos Aires, 1985. p. 432.
[14] Ibídem, p. 432.
[15] ROMERO, José Luis, La Edad Media, FCE, Buenos Aires, 2000, pp. 180-181.
[16]TOYNBEE, Arnold, op. cit. p. 356.
[17] WILLIAMS, Raymond, Palabras clave, Nueva Visión, Buenos Aires, 2000, pp. 222-223.
[18] JOHNSON, Paul, El renacimiento, Mondadori-Sudamericana, Buenos Aires, 2005.
Bibliografía de consulta.
Burckhardt, Jacob, “La cultura del renacimiento en Italia”, Barcelona, Iberia, 1979.
Eco, Umberto, “El nombre de la rosa”, Barcelona, Lumen, 1980.
Forster, Ricardo, “Walter Benjamín y el problema del mal”, Buenos Aires, Altamira. Biblioteca de Filosofía, 2001.
Hauser,
Arnold, “Historia Social de la Literatura y el arte”, Madrid, Ediciones
Guadarram. Colección Universitaria de Bolsillo Punto Omega, 1976.
Hobsbawm, Eric, “Entrevista sobre el siglo XXI”, Barcelona, Crítica, 2000.
Huygue, René, Ikeda, Daisaku, “La noche anuncia a la aurora”, Buenos Aires, Emecé, 1985.
Johnson, Paul, “El renacimiento”, Buenos Aires, Mondadori. Editorial Sudamericana, 2005.
Mc. Nall Burns, Edward, “Civilizaciones de Occidente. Su historia y su cultura”,
Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1964.
Romero, José Luis, “La Edad Media, Mexico, F.C.E., 2000.
Saitta, Armando, “Guía crítica de la Historia y de la Historiografía”, México, F.C.E., 1996.
Toynbee, Arnold, “ La gran aventura de la humanidad”, Buenos Aires, Emecé, 1985.
Vattimo,
Gianni y otros., “En torno a la posmodernidad” (“Apunte sobre el
pensamiento destructivo”; Patxi Lanceros), Colombia, Anthropos, 1994
Williams, Raymond, “Palabras Clave”, Buenos Aires, Editorial Nueva Visión, 2000.
[*] Trabajo previamente publicado en: “ Revista Historia Regional” Nro. 42, Villa Constitución ( Santa Fe), septiembre 2006.
© Jorge Jofre 2009
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid