martes, 5 de mayo de 2020

LA SEDUCCION DE LA PANTALLA DE TV.





Algunas fotos  antiguas de  niños allá por los cincuenta, los muestran frente al televisor y en algunos casos manipulando con delicadeza el selector. Con la mirada fija en lo que ocurre en la pantalla. Con el respeto que le merece ese aparato capaz de brindarle semana a semana el placer de su serie favorita. La palabra placer nos conduce a seducción. A una acción humana que no se restringe al ámbito del sexo como muchos creen sino que comprende fundamentalmente a aquellas acciones que tienen como objeto llevar a una persona o a muchas hacia un fin propuesto. Un fin que puede ser incluso bueno o malo pero cumple en definitiva con los parámetros de la seducción.
Nos preguntamos  qué fue lo que motivó que tantos niños se establecieran capítulo a capítulo delante de un televisor, para ver series” del oeste”, y que adoptaran juegos donde aparecían los cowboys y los indios. También nos debemos preguntar sobre qué fue lo que sedujo de esas series al público televisivo de los ‘50 en adelante. Allí es donde la búsqueda de esa seducción  nos lleva a ahondar en la imagen-pantalla, en esa parte de un todo que constituye en sí el hecho televisivo. Mediante capturas de pantalla, obtenidas de internet, de capítulos de esas viejas series ambientadas en el lejano oeste norteamericano.


 
PRIMERA CAPTURA.




 La captura pertenece a un capítulo de la Primera temporada (1955) de  Gunsmoke  (1). En la calle dos hombres se enfrentan en el pueblo de Dodge City. El sheriff Matt Dillon (James Arness) no se encuentra en el lugar para impedir el enfrentamiento, un caballo  parece ser ocasional testigo del duelo. Un hombre de espaldas esta en primer plano, el chaleco corto, nos permite ver las balas de su cinturón. Su mano derecha esta presta a desenfundar el arma. El otro hombre está más distante pero ello no evita que en seguida notemos que es zurdo por la manera en que ostenta su pistolera y la mano esta notablemente cerca de la culata del revólver. La imagen-pantalla-detenida se constituye en momento pregnante, ese gran descubrimiento que hizo el griego Mirón con su discóbolo. Uno sabe fehacientemente que el atleta va a lanzar el disco: uno sabe también que el hombre zurdo va a disparar y muy rápidamente por cierto. Por la época de la primera temporada de la serie, John Ford, ya había filmado La diligencia, Fuerte Apache y Río Grande. Había sin duda tipologías impresas en la mente del público adulto y hasta un niño de corta edad podía tomar recaudo de las mismas. Capítulo tras capítulo Gunsmoke confirma esas tipologías fordianas que van acaparando la atención del pequeño y del no tan pequeño también.


SEGUNDA  CAPTURA



En ella se ve  la imagen-pantalla-detenida del plano secuencia final del mismo capítulo de Gunsmoke. El sheriff Dillon  transita la calle hacia su oficina. El visionado del capítulo nos permite saber que antes  el sheriff ha tenido que matar al pistolero zurdo en defensa propia y de la ley. Y que tras ello se aleja rápidamente de los testigos del hecho sin siquiera emitir palabra. Dillon no busca con la estrella que lleva en su camisa obtener fama ni mucho menos. Es un ser solitario (todo esto uno lo descubre en sucesivos capítulos) y del cual se sabe poco: como Bronco o El Virginiano. Ese no conocimiento profundo del sentir y de las posibles acciones del personaje; ese carácter misteriosamente hermético es sin duda lo que atrae a grandes y chicos. La soledad es protagonista en la enorme humanidad de Matt Dillon cuando se halla fuera de la acción. Gunsmoke, fue además, la serie que marcó tal vez el corte de un estilo de western televisivo. El alguacil Matt Dilon luchó permanentemente por mantener el orden en Dodge City a través de veinte años de emisiones de la serie.


TERCERA CAPTURA.




Nos trasladamos ahora a otra de las grandes series nacidas en los cincuenta: The Rifleman . La imagen-pantalla pertenece a Death Never Rides Along (La muerte nunca cabalga. episodio 147). La ventana de la habitación nos permite espiar a Lucas McCain (Chuck Connors) y al villano de turno Dan Mowry (Lee van Cleef) departiendo en la ventana en un tono que parece indicar que cada uno explora y mide a su oponente. La idea del bueno y el malo se amplifica con la proximidad de los rostros y el gesto que se une a las palabras en cada uno. Un dualismo, el del bueno y el malo, ampliamente tratado por el cine casi desde sus orígenes. Y muy extensamente por el western norteamericano en el cine de John Ford, Howard Hawks o John Houston. Destacando de este último ,El tesoro de la Sierra Madre, filme de 1948 que marca como una ambición desmedida de riquezas puede generar un intenso mal.  Houston hace oscilar el bien y el mal como si estuvieran en un péndulo y bajo la presión de un desierto que agobia constantemente a los protagonistas. Cuantas veces los niños en sus juegos han incluido esa disputa entre el bien y el mal tan vistas en esas antiguas series de TV. Sin entrar en esa profunda duda que estableció hace más de un siglo Nietszche en lo que hace a la moral y a la conducta humana. El péndulo de esas series televisivas se detiene solo en los puntos extremos y opuestos y deja inevitablemente huellas en el televidente.


CUARTA CAPTURA.





Pertenece también a Death Never Rides Along. Dejamos deslizar en secuencia las imágenes de la conversación en la ventana protagonizada por Connors y Van Cleef y efectuamos otra captura en el preciso instante que ha terminado la misma. Dan Mowry sigue apoyado en la ventana exactamente igual. McCain se ha encaminado hacia la puerta y hecha una última mirada de soslayo a su ya con seguridad oponente. Observamos que la cámara esta aún estable en el mismo lugar y encuadre. Solo que al retirarse McCain hacia la puerta se hace un poco más visible y amplio el espacio de la habitación. Un ligero cambio en la cortinita de la derecha nos da mayor indicio de un tiempo transcurrido entre las dos imágenes-pantalla-detenidas. Es en este momento donde comprendemos que complejo puede ser precisar la preferencia por uno u otro protagonista.  Cuan fino es el hilo entre el bien y el mal en ocasiones. Cuantas trampas nos puede ofrecer la seducción;  y cuantos ejemplos nos ha brindado el cine al respecto.  En La verité (1960) el cineasta Henri-Georges Clouzot muestra a una protagonista Dominique Marceau (Brigitte Bardot) como confusa en su vida y capaz de dañar casi sin conciencia alguna. Termina matando a Gilbert Tellier, un músico prometedor, que había sido amante suyo y estaba por casarse con su hermana Ann. Seducido por el personaje, de una Brigitte Bardot muy joven, el espectador hasta puede aceptar sin condicionamientos la secuencia que muestra como mata a Gilbert. Los  tramos finales que Clouzot sitúa en el juzgado, con las declaraciones de la imputada y los testigos van poniendo en claro la idea de un bien y de un mal. Idea que se confirma tras el suicidio de Dominique y la lectura de una carta que deja: Los que parecen buenos no lo son tanto. La seducción ha tenido en muchos momentos del filme un peso tan grande capaz de impedir que uno comprenda justamente la verdad. De allí La verité el nombre del filme.
 La seducción que ejerce un personaje en el espectador lo conduce muchas veces a etiquetar al mismo. Acaso, por nuestra experiencia en Death Never Rides Along: no lo tenemos por malo a Lee Van Cleef. Por un malo que seducirá  mucho  más aún cuando se encuentre frente a frente con Clint Eastwood, en los inolvidables spaghetti western de Sergio Leone. El péndulo se detiene entonces de la mano del director en ambos extremos por momentos: alternativamente vemos al bueno o vemos al malo separados por duros cortes de cámara. Descubrimos que la seducción que pretende provocar Sergio Leone, plano a plano, nos va impregnando de ella. Esa seducción conduce sin duda también al espectador del cine y de esa TV frente a la cual se sentaban todas las tardes los niños para ver sus series favoritas. Entonces Chuck Connors es el bueno y Lee Van Cleef el malo.


REQUIEM PARA EL TEATRO ROYAL.



El western al estilo de John Ford  les había enseñado a millones de niños a caminar como un verdadero cowboy; a desenfundar rápidamente un revolver o  disparar en el medio de una balacera. Con las series televisivas “del oeste”  la situación  se amplió aún más. Esos suministros diarios  enriquecieron sin duda los juegos de rol de los pequeños, y sin faltar por supuesto” los buenos” y” los malos”. Fueron haciendo en gran medida, por otro lado que la atención se desplazara del cine a la TV y no solo en lo que respecta al niño sino a toda la sociedad misma.
Mucho de ese deslizamiento del cine a la TV está implícito en The Last Picture Show (La última película. 1970. USA),  célebre realización de Peter Bodganovich. El filme basado en el  libro homónimo del escritor Larry Mc Murtry nos conduce a un pequeño pueblo de Texas donde los únicos lugares de diversión  posibles allá por los cincuenta  son un billar, un restaurant, el cine Royal y alguna ocasión de tener sexo. Debido a este filme Mc Murtry, guionista también del mismo, ha dicho sobre Bodganovich: “Él está tan conmovido como yo por el final de las cosas, por el ocaso de los periodos….” (2).
  En una de las secuencias que  precede al desenlace del filme vemos un muy escaso público presenciando, en medio de decenas de butacas vacías, la proyección de Red River (1949) de Howard Hawks. Un público que es una suerte de narrador omnisciente que sabe que esa será la última película del Royal. La televisión ha ganado y ello Bodganovich lo anticipa en el filme mostrando a dos de los protagonistas ante la TV. El fotograma cinematográfico amplificado en la enorme pantalla de cines como el Royal ha sido derrotado por el influjo de las ondas hertzianas que se transmiten a la pequeña pantalla de la  TV. La televisión también ha llevado el western, del cine  a miles de hogares, en forma de series como Gunsmoke.
. Ya se ha proyectado en una sala casi sin público: Red River;  la última película en cartelera del Teatro Royal. Es el final del filme de Peter Bodganovich. Los últimos cuadros indican la presencia de una cámara que lentamente recorre los frentes de edificios y recala definitivamente en el cine que ya ha cerrado para nunca más abrir. La calle está también vacía y como siempre el polvo y el viento texano completan la solitaria escena. Un viento que parece cantar un  réquiem monótono y continuo  al viejo Royal ya extinguido. La seducción de la pantalla de TV le ha robado al cine su protagonismo definitivamente.


Referencias:
1) Todas las capturas de pantalla pertenecen a videos de youtube.com y pueden ser visualizadas buscando mediante los datos del capítulo de la serie.
2) Juan Carlos González A. https://www.tiempodecine.co/web/en-anarene-empieza-y-termina-el-mundo-la-ultima-pelicula-de-peter-bogdanovich/

JORGE JOFRE/ LA SEDUCCIÓN DE LA PANTALLA DE TV. (2020).
 Publicado Mayo 2020 en JOFRE Y APARTE/BLOG.

miércoles, 25 de marzo de 2020

LA EDAD MEDIA Y LA IDEA DEL PROGRESO.








Resumen:

Bajo el efecto de una mirada rápida al contenido de “La Edad Media y la Idea del Progreso”, es fácil construir que en su esencia son dos las palabras clave que conforman este breve trabajo: historia y progreso. Desde el punto de vista de la historia, tras unas breves consideraciones fundamentalmente de carácter historiográfico, la cuestión se resuelve en aspectos vinculados a la Edad Media: el pensamiento de la época, la cultura y la literatura. Desde el punto de vista del progreso, el soporte se construye con el pensamiento de Walter Benjamín. Así es como la idea benjaminiana del progreso se cruza con citas y comentarios sobre la Edad Media, buscando hallar un camino que esclarezca si a tal momento histórico le cabe en alguna medida la posibilidad de implicarse con cambios que incluyan una evolución a futuro de los mismos.

Palabras clave: Historia; progreso; pensamiento; cultura; literatura; idea benjaminiana del progreso.




Historia y progreso.

Benedetto Croce en “Il concetto della storia nelle sue relazioni con concetto dell ´arte” alude a un único objetivo de la historia: “narrar los hechos”. Considera que los mismos deben ser expuestos por el historiador solo “de la manera exacta en que han sucedido”; sin producir alteración alguna en las causas de los mismos; manifestando esa sola circunstancia como “el ideal de la buena historiografía de todos los tiempos” [1].
En este escrito juvenil Croce, en el cual Hegel ejerció su seducción, rechaza la historia-narración para entrar decididamente en el concepto de la historia como explicación de los hechos; para ingresar decididamente en lo historiográfico. Supera decididamente la idea del alemán Leopold Von Ranke, de: “...tan solo exponer el hecho en la forma que ha sucedido... [2] . Quien fuera casi podríamos decir el “padre” de la historiografía, solo limitaba el análisis de la historia a un análisis exhaustivo de las fuentes obtenidas.
De tales afirmaciones se infiere que a través del tiempo no solo hubo historiadores y sucesos históricos acaecidos sino que también distintas formas de narrar y explicar el hecho por grande o pequeño que fuere. Eso solo justificaría las contrapuestas visiones de la historia del arte ( para citar un ejemplo ) en el siglo XIX de Gottfried Semper y Alois Riegl ( el célebre maestro de Erwin Panofsky ) o la casi caprichosa clasificación de Heinrich Wölfflin del renacimiento y el barroco , donde los conceptos parecen a veces trastocarse en esquemas vacíos de contenidos.
También podríamos traer a la memoria, la profunda labor de Eric J. Hobsbawm por clarificar la visión contemporánea de la historia social. El historiador nacido en Alejandría sacó del hielo al marxismo y lo empleó como herramienta para la construcción de una historia donde lo social cobra protagonismo. Sus trabajos de 1954 sobre la crisis general del siglo XVII y el prólogo realizado en 1964 para la edición del fragmento de las Grundisse de Marx sobre las formaciones económicas precapitalistas marcan esa línea de conducta. En la introducción al trabajo de Marx, Hobsbawm sostiene que la teoría del materialismo histórico solo necesita de la presencia de una “sucesión de modos de producción”; de una sucesión donde el ordenamiento de esos modos no este tal vez predeterminado de antemano. [3] . El historiador antepone al secuenciamiento cronológico la relevancia del modo de producir.
El panorama de la historia del mundo contemporáneo redactado por Hobsbawm en cuatro volúmenes, culmina en su “Historia del siglo XX” donde se nos muestra preocupado por el hecho de ser cronista y testigo de su tiempo y a la vez trazarnos una posible perspectiva del futuro.
Es en este punto donde Hobsbawm, nos habilita el camino para que aparezca un nuevo concepto que se une e imbrica a la cuestión del tratamiento de la historia. El hecho de plantearnos la posibilidad de vislumbrar un futuro nos habilita el camino para hablar de sucesos que avanzan en un cierto orden…..para hablar de la idea de progreso.
Pero tal idea no es sin duda alguna un sello original acuñado por Hobsbawm. Si retrocedemos en el siglo XX, nos encontraremos en Walter Benjamín con la cuestión del progreso relacionado con la historia. Es este célebre filósofo de la Escuela de Frankfurt que desde sus “Discursos interrumpidos” y tras las herencias dejadas por Hegel y Nietszche se animará a presentarnos una nueva concepción de la historia que nutrirá a muchos historiadores posteriores. Una nueva concepción alejada de los planteos “mecanicistas” que pretendían explicar los sucesos como piezas de un gran mecanismo o una especie de “engranaje de relojería”.
En “Discursos interrumpidos”, Benjamín, alude a la idea de un tiempo “homogéneo y vacío” [4] donde lentamente se depositan los sucesos. Para el filósofo la historia no solo es una secuencia mecanicista de hechos, sino también un conjunto de sucesos que se depositan en un no material receptáculo que él denomina como “tiempo homogéneo y vacío”.
El conjunto de los sucesos determina la idea del progreso; pasado, presente y futuro juegan un rol nuevo y distinto dentro de tal estructura, donde “La filosofía de la Historia” de Hegel finamente tamizada por Benjamin, hace acto de presencia. Así es como bajo esta mirada , un episodio presente solo tiene validez vinculado al pasado que anula y al futuro que aguarda para completar el total del proceso….el presente no es totalidad , solo un engranaje de la gran maquinaria de la historia; “ solo cuenta a título de fragmento” [5] .
Así como Platón recurrió al “mito de la caverna” para aclarar ciertos aspectos de su pensamiento, Benjamín, ahora recurre a un cuadro para traer a escena la cuestión de la historia y del progreso. Toma en cuenta a “Angelus Novus” donde Paul Klee, “representa un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado” [6] . De allí nace la alusión benjaminiana del “angel de la historia” que vuelve la mirada a las ruinas del pasado, mientras un viento poderosísimo lo arrastra, de espaldas, del presente hacia el futuro….” mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso...”. [7] .
El “ángel de la historia” de Benjamín sometido al fuerte viento no puede evitar el progreso, que crece desmesurada y descontroladamente. La metáfora nos sirve de especie de "modelo " de lo histórico en relación a la “idea del progreso” si en la historia se puede hablar de " modelos ajustables” que vayan cambiando las reglas del juego.
La línea histórica que fuera adecuada para los historiadores del pasado ha perdido credibilidad en el siglo XX, ya no se puede hablar de los sucesos ordenados unos tras otros como en el pasado; los mismos se superponen, se decusan, se aproximan y se distancian en distintos puntos de su marcha…..la modernidad de fines del siglo XIX ha traído consigo una nueva sociedad mucho más dinámica que no puede ser explicada solo mediante un único y lineal recorrido.
Fenómeno que trasladado al presente nos complica más aún el panorama , pero de todos modos no nos impide tener en claro que no hay solo " historia e historiadores ", sino que en lo que hace a las llamadas ciencias sociales las teorías y los cambios generan progresos en el conocimiento humano; determinan nuevas formas de abordar los campos. Si descartamos, de todos modos, ciertas posturas extremas de confianza en el progreso mediante la ciencia debemos sin embargo tener en cuenta que para pensadores como Benjamín la idea del mismo se haya ligado casi con seguridad a la idea de cambio y revolución. Debemos comprender que, bajo esta estructura de pensamiento, para pasar de un período a otro es necesario acumular una sucesión de hechos que en definitiva se constituye en progreso.



Edad Media y progreso.

En el prólogo de una edición castellana del libro de Jacob Burckhardt ” La Cultura del renacimiento en Italia”, el prologuista expresa: “ …abarca en ella , en efecto , toda la vida del renacimiento , la época que va desde Dante a Miguel Angel y haciéndola destacar sobre el fondo de la Edad Media con neto y vigoroso relieve” [8] . “Fondo de la Edad Media”, dice Bofill y Ferro, casi como si estuviera aludiendo a las ruinas del pasado y haciendo poner nuevamente a Benjamín en acto de presencia. Acaso ese” fondo de la Edad Media “no puede ser considerado como parte de las acumulaciones producidas dentro del “ tiempo homogéneo y vacío” mencionado por el filósofo.
Sabemos sin duda alguna que Jacob Burckhardt , acertó en lo que hace a algunos de los elementos constitutivos de esa " zona de paso " entre la sociedad gótica tardía y la renacentista; percibió en cierto modo la idea del progreso en el simple acto de pensar en el tránsito de una cultura a otra.
Burckhardt descubrió algunos de los puntos de contacto que conducen de un gótico " feudal y religioso " (feudal tardío) a un renacimiento individualista y cientificista que plantea graves crisis en lo que respecta a la fe y abre el camino de un futuro culto a la razón siglos después.
En “ La cultura del renacimiento en Italia” , el historiador, lamenta la inexistencia en los humanistas de trabajos generales sobre la historia general de la Edad Media . Menciona en cambio como aquellos que han considerado el período histórico (por lo menos en parte) son Matteo Palmieri con sus crónicas; Blondus de Forli en sus “Décadas” y un típico producto de la ilustración: Edward Gibbon, que en su “Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano” (1776) dedica 300 folios a los estudios de las fuentes y autores correspondientes al período de tiempo que va desde la temprana Edad Media hasta la muerte de Federico VI.
Líneas abajo afina aún más la puntería en el texto: " No vamos a investigar aquí críticamente que escritos utilizó Blondus, ni donde los descubrió; (los habrá rescatado de las ruinas del pasado, nos podemos preguntar) pero en la historia de la nueva investigación nadie podrá discutirle el honor a que se hace acreedor con esta obra (y allí viene la fuerte forma afirmativa del historiador que muchos reprocharon). Ella por sí sola justificaría la afirmación de que únicamente el estudio de la Antigüedad ha hecho posible el estudio de la Edad Media." [9] .
A continuación , establece en el texto un juicio vinculado al tiempo histórico vivido: "...Hay que tener en cuenta, por otra parte , que para la Italia de entonces , la Edad Media era algo que había pasado y que por lo tanto , el espíritu podía juzgarla libremente , como un hecho fuera de sí mismo....." ....y agrega..."..."No puede decirse que la haya juzgado en seguida con justicia , ni siquiera con benevolencia ; en las artes prevaleció un fuerte prejuicio contra las creaciones medievales y los humanistas fechan con su aparición el comienzo de una nueva época.....". [10] .
El historiador entonces remata su faena con una frase de Bocaccio escrita en las epístolas a Pizinga: "...Empiezo a esperar y a creer que dios se ha compadecido del nombre de Italia cuando veo que su magnánima bondad vuelve a conceder a los italianos almas parejas a las de los antiguos, almas que buscan la gloria por un camino que no es el de la rapiña y la violencia sino que la buscan por la senda de la poesía, cuyo premio es la inmortalidad...”. [11] .
Es en este momento cuando la duda fundamental se hace presente…. ¿Habrá intuido Burckhardt la posibilidad de un recorrido entre la Edad Media y el renacimiento? …. ¿Habrá descubierto en ello una superación de una etapa por otra; en definitiva la idea del progreso?...tales incógnitas son harto difíciles de encaminar hacia una respuesta.
De todos modos, tal vez la lentitud de ese proceso no le ha impedido a Burckhardt o a McNall Burns, aunque ambos historiadores vivieron en distintos siglos, percibir la presencia de un cierto progreso que reúne en sus extremos al pasado con el presente. Relevante como ejemplo al respecto, es el caso de la época de Dante Alghieri ( 1265-1321) , donde MCNall Burns relata que ya se había iniciado la lectura de los clásicos, menciona que el poeta se complacía en la lectura de tales autores y casi adoraba a Aristóteles , Séneca y Virgilio y agrega que cuando el poeta italiano escribe la “ Divina comedia” ( en lengua toscana ) , en ella : "....concibe al universo como un mundo finito cuyo centro es la tierra y en el que todo existe para beneficio del hombre ..." . [12]
La idea renacentista del hombre como centro del mundo ya está claramente expresada en Dante ; allí se puede hallar un notable punto de articulación entre lo " gótico " y lo " renacentista " . Dante construye su “Divina Comedia”, basada en la cosmogonía cristiana medieval pero combinando la alegoría con personajes reales de su Florencia natal, hecho que indica no solo la preocupación por “el mundo circundante” sino los albores de una nueva era donde la figura del hombre cobra protagonismo.
El historiador Arnold Toynbee, agrega otros elementos a la cuestión de Alighieri cuando afirma que la resolución tomada por el poeta “… de componer la “ Divina Comedia” en estrofas de versos rimados y en toscano , en lugar de los hexámetros latinos tuvo una importancia esencial en la ulterior inspiración de la poesía compuesta en todas las lenguas vernáculas del mundo occidental “ [13] permitiendo liberarse , a la nueva lengua, de la tradición del latín y dar así rienda suelta “ al libre juego de las facultades creadoras”. “…En la época de Dante, Italia había desarrollado una forma regional de civilización occidental. El resto de la cristiandad occidental tardó dos siglos para alcanzar el nivel cultural a que había llegado Italia en el 1300..." [14] . La península itálica había alcanzado el límite de " quiebre " con la cultura medieval y se mostraba en su esplendor; la " cultura del renacimiento en Italia " descripta por Burckhardt; se había iniciado dejando atrás las últimas etapas de la Baja Edad Media
Acaso en ambas citas referidas a Dante Alighieri y su “Divina Comedia”, no esta el claro ejemplo que nos brinda la posibilidad de concebir la “idea del progreso” aún en la tan mentada oscuridad de la Edad Media. El proceso que lleva al poeta florentino a una superación de los modos góticos aún más avanzados y lo pone ya en el contexto de una nueva era implica evolución; implica el silencioso trabajo de una especie de “selección natural” que lo conduce a mutar el antiguo estilo literario por el “dulce estilo nuevo”; incluye como en la selección darviniana evolución y por lo tanto progreso.



La cuestión del progreso.

Es cuestión fundamental de este trabajo: intentar establecer un diálogo entre la “idea del progreso” y un período de tiempo catalogado siempre como sombrío; como una especie de alteridad del progreso. Hallarle a la Edad Media, tal vez su verdadero sentido, dejando de lado la oscuridad con que siempre se la calificó; descartando la visión negativa que de ella tuvo el renacimiento y la humanidad posterior. Para ello nos resulta esencial poder quitarnos la imagen de una edad monótona e intrascendente donde el sistema feudal dominaba en una constante sin variantes la escena.
En primera instancia, si buscáramos un icono fundamental que represente a la Edad Media, deberíamos pensar en las maravillosas miniaturas realizadas para el Duque de Berry por los hermanos de Limburg. Una de ellas muestra al castillo del Louvre tal como estaba a principios del 1400. Los Limburg ubican el castillo en la parte superior de una de las páginas del Libro de Horas, y lo enmarcan con un semicírculo con un calendario y signos del zodíaco. Por el jardín del palacio pasean algunos personajes que por sus vestimentas se pueden identificar con nobles. En el tercio inferior de la miniatura, separados de la fortaleza por el agua de un foso, se hallan los campos del señor de la comarca. Se ve a un campesino rotulando la tierra con un arado tirado por un caballo, mientras otro labrador ubicado en primer plano arroja semillas en los surcos.
Pero la imagen de los Limburg solo plasma una cierta mirada de la Baja Edad Media, dado que como ha indicado José Luis Romero en ese momento de la cultura gótica se produce un cambio fundamental de la “imagen del mundo y del saber”. Las formas de vida de la época se acompañan de un mayor sentimiento de la naturaleza; de un marcado interés por parte de filósofos y científicos en las cuestiones del mundo circundante. [15] , y de un pensamiento que opta por limitarse a la tradición de la escolástica o por iniciar nuevos recorridos; un pensamiento que por momentos se torna total y absolutamente bipolar.
Es en este punto donde podemos recurrir, en segunda instancia, a una famosa novela del semiólogo italiano Umberto Eco., “El nombre de la rosa”, al cual el haber descubierto en 1968 “Le manuscript de Dom Adson de Melk” ( Aux Presses de l’Abbaye de la Source, Paris, 1842) redactado por el abate Vallet , le permitió escribir la misma y ambientarla en las postrimerías de la Edad Media. Historia que pese a desarrollarse dentro de un monasterio cristiano, esta plagada de crímenes, misterio e intrigas; elementos que rompen con la monotonía de la vida monástica y que en definitiva alteran el rutinario trabajo de escritura de los monjes en sus scriptorium...
Pero, lo notable del extenso relato escrito por Eco es que el mismo le permite poner en juego la idea de un pensamiento bipolarizado en el aparentemente uniforme horizonte de la Baja Edad Media. A la acartonada “ escolástica” desarrollada bajo el rigor de normas inflexibles y corporizada, en la novela, por la figura del inquisidor Bernardo Gui , Eco, le opone al detectivesco Guillermo de Baskerville , nítido exponente del pensamiento “ nominalista” que fuerza la última parte de la cultura gótica y deja a un costado lo platónico para adentrarse en la materialidad de las cosas.
Bernardo Gui, rinde culto a una tradición de la iglesia que por momentos apela a la imposición de la fe y un pensamiento por la fuerza: a una mirada vuelta hacia el pasado. Mientras Guillermo de Baskerville representa un nuevo pensamiento de cara al futuro; de cara evidentemente al progreso. Como el filósofo medieval Guillermo de Ockham, uno de los creadores del “nominalismo”, Guillermo de Baskerville busca acercarse a la idea de un “conocimiento más exacto”, términos que la epistemología ha vinculado en muchas teorías con la idea de “progreso científico”. Tengamos en cuenta que antes de terminar el siglo X, “ la traducción al latín de las obras lógicas de Aristóteles que llevó a cabo Boecio era estudiada y expuesta en Occidente por el erudito francés Gerbert de Aurillac, después de haber permanecido dormida durante cuatrocientos cincuenta años....”. [16] . Hecho que sirvió para desplazar, por lo menos en parte, del posible centro de la escena a Platón y el “neoplatonismo” y puso en juego la posibilidad de tímidos, pero nuevos planteos teológicos que abren una brecha hacia las creencias del humanismo en Italia y las revoluciones protestantes del norte de Europa.
Pero, pese a los intentos de pensadores como Eco, de hallar alguna idea vinculada al progreso dentro de la Edad Media, sabemos que hasta el término “medieval”, desde mediados del siglo XIX "...tuvo un persistente uso desfavorable, comparable con el sentido peyorativo de primitivo, o con anticuado...”. [17] . Cuestión que no se limita solamente al término, sino que arriba al hecho de no poder poner en claro como el hombre europeo pudo pasar de un aparente sistema feudal cerrado a la cultura humanista del renacimiento.
.El historiador Paul Johnson cree que en muchos momentos durante la Edad Media, gobernantes, artistas e intelectuales intentaron volver al esplendor romano [18] , búsqueda que el sistema socio-político y económico de la época impidió en gran medida. Dicho en otras palabras, tuvieron en cuenta las ruinas de un pasado glorioso; y así es como tal vez algunos han llegado a hablar de: un renacimiento antes que el renacimiento; de un resurgir de la cultura greco-latina antes aún de lo que lo que los historiadores consideran.
Tal vez bajo la luz de estas afirmaciones, es que podamos generar a modo de hipótesis, la posible existencia de una Cuarta Etapa de la Edad Media; una especie de bisagra que articula la cultura gótica tardía con la forma más primitiva del renacimiento. Si esto fuera cierto estaríamos a un paso de poder aplicar la “idea del progreso” dentro del campo mismo de la siempre menospreciada sociedad medieval.
Pero, no nos alegremos en demasía ante la posibilidad de ver la existencia de alguna forma de progreso en la Edad Media, porque tal vez en ello se halla el elemento germinal de nuestras carencias presentes como sociedad humana. Ya en el siglo XIX desconfiaba Baudelaire del progreso y Benjamín entendió a la modernidad como el “tiempo del infierno” (Benjamín, 1927/29)…entre las interpretaciones de la metáfora benjaminiana inspirada en el cuadro de Klee, existe aquella que sostiene que el ángel de espaldas al futuro cruza su mirada con el avance del tiempo; observa así las ruinas que el cruel progreso va dejando.
Guillermo de Baskerville, el personaje de Eco, trata de mirar el futuro cara a cara sin miedo a afrontarlo, mientras que el ángel benjaminiano no puede o no quiere verlo porque tal vez intuye que el progreso no es tan bueno como aparenta. El filósofo frankfurtiano, se ha dado cuenta que el “conocimiento más exacto” o las nuevas posibilidades de la técnica o el impacto de la ciencia en el mundo moderno no han servido para mejorar o ni siquiera mantener bien firme ciertas cuestiones vinculadas a la conducta humana; cuestiones que al negativizarse se relacionan con la violencia; el aislamiento o la desesperanza y relativizan la idea del progreso como algo salvífico. Si esto fuera verdadero, Walter Benjamín, debió haber visto en nuestro presente una oscuridad mayor aún de la que siempre le hemos atribuido a la tan menospreciada Edad Media.



Notas

[1] SAITTA, Armando, Guía critica de la historia y la historiografía, FCE, México, 1996, op.cit. “ Il concetto Della storia nelle sue relazioni con concetto dell arte” , Crocce, pag. 32-33.

[2] Ibídem, p. 187.

[3] HOBSBAWN, Eric, Entrevista sobre el siglo XXI, Critica, Barcelona, 2000, p. 187.

[4] BENJAMIN, Walter, Discursos interrumpidos, Taurus, Madrid, 1982, p. 187.

[5] BURCKHARDT, Jacob, La cultura del renacimiento en Italia, Iberia, Barcelona, 1979, Notas prologales, pp. IX -X.

[6] Ibídem, p. 187.

[7] Ibídem.

[8] Ibídem.

[9] Ibídem, p. 180.

[10] Ibídem.

[11] Ibídem. P. 181.

[12] Mc NALL BURNS, Edward, Civilizaciones de occidente. Su historia y su cultura, Peuser, Buenos Aires, 1964, p. 385.

[13] TOYNBEE, Arnold, La gran aventura de la humanidad, Emecé, Buenos Aires, 1985. p. 432.

[14] Ibídem, p. 432.

[15] ROMERO, José Luis, La Edad Media, FCE, Buenos Aires, 2000, pp. 180-181.

[16]TOYNBEE, Arnold, op. cit. p. 356.

[17] WILLIAMS, Raymond, Palabras clave, Nueva Visión, Buenos Aires, 2000, pp. 222-223.

[18] JOHNSON, Paul, El renacimiento, Mondadori-Sudamericana, Buenos Aires, 2005.



Bibliografía de consulta.

Burckhardt, Jacob, “La cultura del renacimiento en Italia”, Barcelona, Iberia, 1979.

Eco, Umberto, “El nombre de la rosa”, Barcelona, Lumen, 1980.

Forster, Ricardo, “Walter Benjamín y el problema del mal”, Buenos Aires, Altamira. Biblioteca de Filosofía, 2001.

Hauser, Arnold, “Historia Social de la Literatura y el arte”, Madrid, Ediciones Guadarram. Colección Universitaria de Bolsillo Punto Omega, 1976.

Hobsbawm, Eric, “Entrevista sobre el siglo XXI”, Barcelona, Crítica, 2000.

Huygue, René, Ikeda, Daisaku, “La noche anuncia a la aurora”, Buenos Aires, Emecé, 1985.

Johnson, Paul, “El renacimiento”, Buenos Aires, Mondadori. Editorial Sudamericana, 2005.

Mc. Nall Burns, Edward, “Civilizaciones de Occidente. Su historia y su cultura”,

Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1964.

Romero, José Luis, “La Edad Media, Mexico, F.C.E., 2000.

Saitta, Armando, “Guía crítica de la Historia y de la Historiografía”, México, F.C.E., 1996.

Toynbee, Arnold, “ La gran aventura de la humanidad”, Buenos Aires, Emecé, 1985.

Vattimo, Gianni y otros., “En torno a la posmodernidad” (“Apunte sobre el pensamiento destructivo”; Patxi Lanceros), Colombia, Anthropos, 1994

Williams, Raymond, “Palabras Clave”, Buenos Aires, Editorial Nueva Visión, 2000.

[*] Trabajo previamente publicado en: “ Revista Historia Regional” Nro. 42, Villa Constitución ( Santa Fe), septiembre 2006.



© Jorge Jofre 2009

Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

jueves, 1 de agosto de 2019

STALKER/TARKOVSKI. La mirada imperturbable.





Franz Kafka le dijo a su amigo Gustav Janouch: “...El cine perturba la visión. La rapidez de los movimientos y la sucesión precipitada de las imágenes lo condenan a uno de manera continua, a una visión superficial.”. Aproximadamente siete décadas después de estas palabras de Kafka, Andrei Tarkovski filma su quinta película: STALKER: La Zona (1979) basada en el libro Picnic extraterrestre. El filme no solo se sitúa en la cumbre de la estética tarkovskiana sino que también es una obra que parece haber sido creada para redimir al cine de la apreciación de Kafka.

En el comienzo de STALKER La cámara  penetra una puerta entreabierta y nos revela la despojada habitación donde duermen el Stalker (guía de la zona prohibida), su mujer y su hija. Se desliza suavemente sobre los personajes, reposa sobre una mesita de metal; que vibra bajo el paso del tren y mueve un vaso depositado sobre ella. El plano parece ser interminable.
En STALKER, la mayor parte de los planos-secuencia, fueron elaborados bajo el mismo patrón: una prolongada lentitud que los eterniza en el tiempo. Tarkovski trabaja esos planos hasta lo indecible. Desarrollando un cine de movimientos lentos; en ocasiones casi imperceptibles; anteponiendo al plano casi permanentemente por sobre el argumento de Picnic extraterrestre. Obligando al ojo del espectador a tratar de descubrir el más mínimo cambio por pequeño que fuere. La “rapidez de los movimientos” y “la sucesión precipitada de las imágenes “de que hablaba Kafka en referencia al cine, parece haber perdido crédito en el director ruso.



 Kafka también le había dicho a su amigo en la misma ocasión que: “...No es la mirada la que capta las imágenes, son ellas las que captan la mirada”. Como si las imágenes tuvieran la posibilidad de interponerse ante nuestra vista y accionar simplemente sobre ella: tal vez algo de eso creían los antiguos griegos. Es verdad que visto primariamente algo de eso parece ocurrir en el cine de Tarkovski. Pero, por otro lado, las imágenes en sus filmes se convierten también, ante la mirada vacía del espectador, en pulsiones que en definitiva imprimen huellas en el inconsciente (recordemos a Lacan). También es verdad entonces que ese cine provoca algo que se inscribe en lo más profundo de nosotros. Desata ciertos estados que parecen estar prescriptos en la lentitud de cada plano secuencia. Tal vez, por eso, cada vez que uno vuelve a ver el final de STALKER: La Zona, lo sigue con una mirada lenta como para no perder ningún detalle.
Uno sigue milímetro a milímetro la cabeza de la hija del Stalker hasta apoyarse sobre la mesa para luego obrar el “milagro” de mover, con solo su mirada y también lentamente los objetos .El tren que pasa por detrás, las vibraciones y la música completan esa concepción compresiva y minimalista del tiempo propia del director. Entonces la mirada se nos torna imperturbable: si Kafka hubiera visto cine de Tarkovski no hubiera con seguridad dicho tales palabras a su amigo.

Jorge Jofre.  



Pubicado en Revista AMAUTA Nro. 7. Julio 2019
Jorge Jofre. 2019. 

lunes, 6 de mayo de 2019

Cuando el cine de Godard respiraba los sesenta.



Por otro lado es sin duda “Pierrot el loco”(1965) uno de los filmes de Jean- Luc Godard que nos acerca con un relato casi caprichoso y aparentemente desprolijo en la secuencia de los hechos a ciertas cuestiones esenciales de una década irrepetible como fue la de los sesenta. Más de cuatro décadas después, una relectura de esta obra de Godard, nos permite recrear una sociedad que ya no existe, pero que fue, en muchos aspectos, cimiento de nuestro presente inmediato.




El esqueleto de un filme.

En 1965 Jean- Luc Godard dirige Pierrot el loco, una obra imposible de remitir tan solo a la circunstancia de un género cinematográfico como el policial; un género que ya aborda en 1959 con una obra maestra de la cinematografía: Sin Aliento.  Se podría decir que Godard solo “adopta” el policial como vehículo para desarrollar ese tramo de su filmografía. Pierrot el loco, como Alphaville  o Made in USA nos aproximan a un director sumamente complejo y profundamente comprometido con generar una imagen cinematográfica distinta.
Ferdinand Griffon (Jean- Paul Belmondo), intenta abandonar su aburrida vida parisina escapando con Marianne Renoir (Anna Karina), una niñera contratada por su esposa italiana. Se ha parado, por decirlo así, ante su propia vida y ha descubierto que ella tal como está planteada ha perdido sentido. Por otro lado, el fragmentario relato godardiano, conlleva en esta puntada inicial del filme a la idea de que Marianne esta siendo perseguida por unos personajes que sin duda alguna son asesinos.
Si en los filmes clásicos de John Ford, seis o siete planos netos daban origen a un western  y el total de su trama, en Godard, la cuestión es más compleja. Solo después de tres o cuatro escenas de cierta extensión se comienza a sentir un suave olor a género policial. Pierrot el loco, es en esencia una muy libre adaptación de la novela de Lionel White Obsession, una obra repleta de traiciones amores, odios y asesinatos. Godard, en cambio,  se encamina hacia un tipo de filme que establece más un cierto correlato con las formas narrativas de la novela de los sesenta que respeto por la estructura de Obsession. El libro solo será una especie de disparador, cuestión sumamente original si tenemos en cuenta  que aún varios años después La naranja mecánica, significará el sometimiento de Stanley Kubrick a una novela, tratando de plasmar la misma lo más fielmente posible.
En la adaptación cinematográfica de Godard, Ferdinand Griffon, ha perdido la rudeza del protagonista de Sin aliento y hasta el patetismo final. En el primero de los filmes, Michael Poicard, ha robado un auto en Marsella y ha matado a un policía. Es acorralado y sabe que va a morir. Griffon en cambio parece tener en sus manos la posibilidad de elegir entre la vida y la muerte.
 Poco le importan, al protagonista del filme, las presiones familiares y sociales cuando tiene su encuentro con Marianne; deja todo a un lado en apresurada decisión y da en ese acto un inicio formal a una extraña huída.  Persecuciones; robos de autos; emboscadas; torturas y también el fantasma de la muerte .La pareja busca refugio en una paradisíaca isla donde en un primer momento creen hallar la paz definitiva sin darse cuenta que el pasado  no perdona.
Marianne muere en sus brazos, tras un confuso episodio donde ella recibe un disparo mortal. Griffon llama entonces por teléfono a su familia, pero no le dice quien es. Así es como   se despide de su pasado y de la sociedad en que antes viviera. Ahora, dentro de la isla y alejado de la sociedad, las reglas parecen ser otras: tal vez allí es donde se fortalece la idea del suicidio. Cubre su cabeza con cartuchos de dinamita y enciende la mecha. La cámara se retira en contrapicado y nos permite ver una panorámica de la isla. La banda de sonido registra una tremenda explosión; se observa una gruesa columna de humo que se eleva hacia el cielo…el relato llega a su fin.



Respirando los sesenta.

El film de Godard transcurre en los sesenta, en una época donde muchos de los valores establecidos por la sociedad de décadas atrás hacen agua por los cuatro costados. Es que es por los sesenta cuando la sociedad ha establecido lo que podríamos decir una “distancia crítica” de la segunda gran guerra; ahora se encamina hacia nuevos rumbos que en ocasiones solo son intentos de cambio Otros directores de la “nouvelle vague” de los sesenta como François Truffaut o Claude Chabrol también consideraron al género policial como un importante aporte al  cine de la época.
En “Disparen contra el pianista” (1960), François Truffaut, adapta Down There del escritor de policiales negros David Goodis y pone al género en el centro del debate de la intelectualidad francesa de esa época. David Goodis una especie de outsider que culmina su vida atrapado en las redes de la esquizofrenia, se hace presente, después de Truffaut,  en el pensamiento cinematográfico de los grandes directores franceses de los sesenta.  Y sin duda alguna también deja sus huellas en el de Jean Luc Godard dado que uno de los protagonistas de Made in USA lleva en la ficción el nombre del escritor.
“Lo que yo quiero es vivir” expresa Marianne que es sin duda una chica de esos sesenta; una chica un poco alocada para la mirada de generaciones anteriores:” me compré un disco”, le dice a Ferdinand y con ello demuestra como muchos jóvenes de la época un claro gusto por la música comercial. Ferdinand le arroja lejos el disco y expresa: “la música es menos que la literatura”; el todavía esta fuertemente adherido a una sociedad lectora que en muchos casos rinde casi culto a la poesía. 



Marianne lleva puestos a partir de cierto momento cercano al desenlace del filme ajustados pantalones y está jugando al bowling:” llevas los pantalones ceñidos”, le dice Ferdinand Griffon a lo que la joven le replica:”si no te gusta vuelve a Paris”. Ella vive en una época donde los jóvenes más que nunca comienzan manifestar sus preferencias por cierta forma de vestimenta que los diferencie del resto de la sociedad y también a implementar nuevas y variadas formas de diversión. Ha nacido sin duda lo que muchos han dado en llamar, la cultura de los jóvenes y Marianne pertenece a esa cultura. La joven vive en plenitud una época donde se tenía la percepción de que “el mundo era joven y existía una relación casi inmediata entre el deseo y su realización”; se había instalado una “corriente de optimismo generalizado, en el seno de una onda económica expansiva “. (Terán: 1998: 16).
A Ferdinand Griffon, que ya no es tan joven, esa nueva sociedad se le escapa de las manos: no la entiende muy bien, ni puede establecer control alguno sobre ella; se ha dado cuenta que ni aún la presencia de Marianne lo ha salvado de un cierto colapso existencial.  En algo se parece el protagonista a los personajes de las novelas de David Goodis; a seres sumergidos en la neblina del fracaso que se debaten infructuosamente por salir de ello.
 Más de cinco décadas después, Pierrot el loco   nos sigue trayendo ese colorido y alegre aliento de la sociedad y la cultura de los sesenta que se refleja plano tras plano; que según sostienen los que mucho entienden, perdió su vida a manos del mayo francés y la guerra de Vietnam. De todos modos, Pierrot el loco, fue filmado “unos metros antes” del encuentro de la política con la cultura.
 Solo unos metros antes del protagonismo francés de los estudiantes y de la entronización de los “filósofos de la sospecha”.  Ese era sin duda el momento y el contexto  social que respiró el director y dejó impreso con su cámara en el celuloide. Godard ha hecho eco de otros grandes directores, comprendiendo que un travelling  no es solo una operación técnica, sino también un recurso que permite reflexionar (y hasta moralizar) sobre un tema; sobre una época por ejemplo como en Pierrot el loco. Un travelling  puede revelarlos así un pasado no tan lejano, pero de todos modos irrepetible.


Referencias bibliográficas.


Terán, O. (1998). Cuando bajo los adoquines estaba la playa. Fundación Proa Publicaciones. Buenos Aires.


 Jorge Jofre/ mayo 2019