Por otro lado es sin duda “Pierrot el loco”(1965) uno de
los filmes de Jean- Luc Godard que nos acerca con un relato casi caprichoso y
aparentemente desprolijo en la secuencia de los hechos a ciertas cuestiones
esenciales de una década irrepetible como fue la de los sesenta. Más de cuatro
décadas después, una relectura de esta obra de Godard, nos permite recrear una
sociedad que ya no existe, pero que fue, en muchos aspectos, cimiento de
nuestro presente inmediato.
El esqueleto de un filme.
En 1965 Jean- Luc
Godard dirige Pierrot el loco, una
obra imposible de remitir tan solo a la circunstancia de un género
cinematográfico como el policial; un género que ya aborda en 1959 con una obra
maestra de la cinematografía: Sin Aliento. Se podría decir que Godard solo “adopta” el
policial como vehículo para desarrollar ese tramo de su filmografía. Pierrot el loco, como Alphaville o Made
in USA nos aproximan a un director sumamente complejo y profundamente
comprometido con generar una imagen cinematográfica distinta.
Ferdinand Griffon
(Jean- Paul Belmondo), intenta abandonar su aburrida vida parisina escapando con
Marianne Renoir (Anna Karina), una niñera contratada por su esposa italiana. Se
ha parado, por decirlo así, ante su propia vida y ha descubierto que ella tal
como está planteada ha perdido sentido. Por otro lado, el fragmentario relato
godardiano, conlleva en esta puntada inicial del filme a la idea de que
Marianne esta siendo perseguida por unos personajes que sin duda alguna son
asesinos.
Si en los filmes
clásicos de John Ford, seis o siete planos netos daban origen a un western y el total de su trama, en Godard, la
cuestión es más compleja. Solo después de tres o cuatro escenas de cierta
extensión se comienza a sentir un suave olor a género policial. Pierrot el loco, es en esencia una muy
libre adaptación de la novela de Lionel White Obsession, una obra repleta de traiciones amores, odios y
asesinatos. Godard, en cambio, se
encamina hacia un tipo de filme que establece más un cierto correlato con las
formas narrativas de la novela de los sesenta que respeto por la estructura de Obsession. El libro solo será una
especie de disparador, cuestión sumamente original si tenemos en cuenta que aún varios años después La naranja mecánica, significará el
sometimiento de Stanley Kubrick a una novela, tratando de plasmar la misma lo
más fielmente posible.
En la adaptación
cinematográfica de Godard, Ferdinand Griffon, ha perdido la rudeza del
protagonista de Sin aliento y hasta
el patetismo final. En el primero de los filmes, Michael Poicard, ha robado un
auto en Marsella y ha matado a un policía. Es acorralado y sabe que va a morir.
Griffon en cambio parece tener en sus manos la posibilidad de elegir entre la
vida y la muerte.
Poco le importan, al protagonista del filme,
las presiones familiares y sociales cuando tiene su encuentro con Marianne;
deja todo a un lado en apresurada decisión y da en ese acto un inicio formal a
una extraña huída. Persecuciones; robos
de autos; emboscadas; torturas y también el fantasma de la muerte .La pareja
busca refugio en una paradisíaca isla donde en un primer momento creen hallar
la paz definitiva sin darse cuenta que el pasado no perdona.
Marianne muere en
sus brazos, tras un confuso episodio donde ella recibe un disparo mortal.
Griffon llama entonces por teléfono a su familia, pero no le dice quien es. Así
es como se despide de su pasado y de la
sociedad en que antes viviera. Ahora, dentro de la isla y alejado de la
sociedad, las reglas parecen ser otras: tal vez allí es donde se fortalece la
idea del suicidio. Cubre su cabeza con cartuchos de dinamita y enciende la
mecha. La cámara se retira en contrapicado y nos permite ver una panorámica de
la isla. La banda de sonido registra una tremenda explosión; se observa una
gruesa columna de humo que se eleva hacia el cielo…el relato llega a su fin.
Respirando los sesenta.
El film de Godard
transcurre en los sesenta, en una época donde muchos de los valores
establecidos por la sociedad de décadas atrás hacen agua por los cuatro
costados. Es que es por los sesenta cuando la sociedad ha establecido lo que
podríamos decir una “distancia crítica” de la segunda gran guerra; ahora se
encamina hacia nuevos rumbos que en ocasiones solo son intentos de cambio Otros
directores de la “nouvelle vague” de
los sesenta como François Truffaut o Claude Chabrol también consideraron al
género policial como un importante aporte al
cine de la época.
En “Disparen contra el pianista” (1960),
François Truffaut, adapta Down There
del escritor de policiales negros David Goodis y pone al género en el centro
del debate de la intelectualidad francesa de esa época. David Goodis una
especie de outsider que culmina su
vida atrapado en las redes de la esquizofrenia, se hace presente, después de
Truffaut, en el pensamiento
cinematográfico de los grandes directores franceses de los sesenta. Y sin duda alguna también deja sus huellas en
el de Jean Luc Godard dado que uno de los protagonistas de Made in USA lleva en la ficción el nombre del escritor.
“Lo que yo quiero es vivir”
expresa Marianne que es sin duda una chica de esos sesenta; una chica un poco
alocada para la mirada de generaciones anteriores:” me compré un disco”, le dice a Ferdinand y con ello demuestra
como muchos jóvenes de la época un claro gusto por la música comercial.
Ferdinand le arroja lejos el disco y expresa: “la música es menos que la literatura”; el todavía esta fuertemente
adherido a una sociedad lectora que en muchos casos rinde casi culto a la poesía.
Marianne lleva
puestos a partir de cierto momento cercano al desenlace del filme ajustados
pantalones y está jugando al bowling:” llevas
los pantalones ceñidos”, le dice Ferdinand Griffon a lo que la joven le
replica:”si no te gusta vuelve a Paris”. Ella
vive en una época donde los jóvenes más que nunca comienzan manifestar sus
preferencias por cierta forma de vestimenta que los diferencie del resto de la
sociedad y también a implementar nuevas y variadas formas de diversión. Ha
nacido sin duda lo que muchos han dado en llamar, la cultura de los jóvenes y
Marianne pertenece a esa cultura. La joven vive en plenitud una época donde se
tenía la percepción de que “el mundo era
joven y existía una relación casi inmediata entre el deseo y su realización”;
se había instalado una “corriente de
optimismo generalizado, en el seno de una onda económica expansiva “. (Terán:
1998: 16).
A Ferdinand
Griffon, que ya no es tan joven, esa nueva sociedad se le escapa de las manos:
no la entiende muy bien, ni puede establecer control alguno sobre ella; se ha
dado cuenta que ni aún la presencia de Marianne lo ha salvado de un cierto
colapso existencial. En algo se parece
el protagonista a los personajes de las novelas de David Goodis; a seres
sumergidos en la neblina del fracaso que se debaten infructuosamente por salir
de ello.
Más de cinco décadas después, Pierrot el loco nos sigue trayendo ese colorido y alegre
aliento de la sociedad y la cultura de los sesenta que se refleja plano tras
plano; que según sostienen los que mucho entienden, perdió su vida a manos del mayo francés y la guerra de Vietnam. De
todos modos, Pierrot el loco, fue filmado “unos metros antes” del encuentro de
la política con la cultura.
Solo unos metros antes del protagonismo
francés de los estudiantes y de la entronización de los “filósofos de la sospecha”.
Ese era sin duda el momento y el contexto social que respiró el director y dejó impreso
con su cámara en el celuloide. Godard ha hecho eco de otros grandes directores,
comprendiendo que un travelling no es solo una operación técnica, sino
también un recurso que permite reflexionar (y hasta moralizar) sobre un tema;
sobre una época por ejemplo como en Pierrot
el loco. Un travelling puede revelarlos así un pasado no tan lejano,
pero de todos modos irrepetible.
Referencias bibliográficas.
Terán, O. (1998). Cuando bajo los
adoquines estaba la playa. Fundación Proa Publicaciones. Buenos Aires.
Jorge Jofre/ mayo 2019
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