Por Jorge Jofre.
Durante
mucho tiempo la enseñanza de la historia del arte consistió en repetir un
relato que, en ocasiones, podía ir acompañado de una ajustada descripción de
obras o de algún escueto comentario. Pero, el desarrollo de las ciencias
sociales, los estudios sobre comunicación y hasta el campo de la psicología han
modificado tal situación.
Esos
cambios también incidieron en las formas tradicionales de evaluar que por lo
general recurrían a exámenes orales de alto contenido memorístico o escritos
soportados en preguntas-clave. Hoy día, si trabajamos, por ejemplo, la obra de
Rembrandt, tanto el análisis de sus producciones como el informarse sobre su
vida dentro del contexto de una Holanda del 1600 nos puede dar suficiente data
como para hacer elaborar, a modo de evaluación y bajo ciertas consignas, un
microrelato. Partiendo del Regreso del
hijo pródigo, el educando, puede construir un pequeño texto argumental en
base a una especie de “apropiación derridiana” del cuadro de Rembrandt; un
microrelato hasta con una posible nota de ficción que permite mirar el arte
desde otro lado distinto.
Proponer
tal tipo de trabajo dentro de una cátedra, traerá varias dificultades tanto
para el docente como para el que es evaluado. El docente deberá tener bien en
claro los parámetros evaluativos y para ello también la forma en que deberá
encarar el trabajo el evaluado.
El
tema en sí a desarrollar no es meramente ficción sino que esta cargado de acontecimientos
reales, brindados fundamentalmente por los textos consultados durante el
desarrollo de la cursada. Es un microrelato que debe pretender ser, por lo
menos en parte, un texto de historia del arte. No debe pretender cautivar, sino
tal vez “refrescar” una realidad histórica, puesto que “una historia que pretende cautivar huele de lejos a falso y no puede
ir mas allá del pastiche…el historiador no es un coleccionista ni un esteta; no
le interesen la belleza ni la singularidad. Solo le interesa la verdad...” (Paul
Veyne, p. 19). Esta en claro que el alumno no es un historiador, ni es
pretensión de la cátedra que lo sea, pero debemos sacar de él el mejor partido
posible.
Sobre
la “construcción” del relato es importante tener en cuenta la opinión de Renato
Ortiz que aludiendo a las ciencias sociales (y la historia del arte se nutre en
gran parte de ellas) dice que: “…viven de
los conceptos. Tomarlos es un arte. No necesariamente en el sentido artístico
de la palabra sino en cuanto a artesanía…”…si es necesario educar al alumno
en la selección de los contenidos a emplear. Pero todo ello se logra con mucho
trabajo y orden…nuevamente recurrimos a Ortiz: el objeto sociológico es un
artefacto hecho pieza por pieza…al formularlo estoy obligado a redondearlo, pulirlo,
a tomar el detalle que contribuye a la explicación del todo…el trabajo del
alumno en este microrelato requiere de idas y vueltas, de andar y desandar
caminos hasta descubrir cual es el más efectivo para no distanciarse, de todas
formas, de una realidad histórica.
En
una entrevista realizada por Adriana Puigross en los ´ 90 a Silvia Duluc,
secretaria académica de UNER por ese tiempo, esta última refiriéndose a donde
se debían poner los énfasis en educación en cuestiones del conocimiento
mencionó: la creatividad; el planteo de problemas; las indagaciones autónomas;
la búsqueda de caminos alternativos; el desarrollo de propios caminos sin negar
los ya existentes (Adriana Puiggrós; p. 104).
ORTIZ, RENATO, TAQUIGRAFIANDO LO SOCIAL, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2004. Pp. 11-14.
PUIGGROS, ADRIANA, UNIVERSIDAD, PROYECTO
GENERACIONAL Y EL IMAGINARIO PEDAGÓGICO, Buenos Aires,
Paidós Cuestiones de Educación, 1993.
VEYNE, PAUL, “El objeto de la historia)
1.Un relato verídico y nada mas. 2. Todo es histórico, luego la historia no
existe” .COMO SE ESCRIBE LA HISTORIA. FOUCAULT REVOLUCIONA LA HISTORIA,
Extraído de EL MICRORELATO COMO FORMA EVALUATIVA EN LA ENSEÑANZA DE LA
HISTORIA DEL ARTE.
Jorge Jofre. enero 2014