domingo, 28 de septiembre de 2025

ANDREI TARKOVSKI Y LA CAVERNA DE PLATÓN.

 


 

Fotograma de La infancia de Iván.

https://www.elespectadorimaginario.com/la-infancia-de-ivan/

 

Si se profundiza en La infancia de Iván, se puede observar cómo el director agrega nuevos elementos a un cine que intenta salir de años de autoritarismo en la Unión Soviética. Uno de los componentes más llamativos son las metáforas visuales y las imágenes-símbolo, algo que aparece ya indiscutiblemente en su primer largometraje. La naturaleza vegetal y aún más precisamente la figura concreta del árbol, recorre el relato de La infancia de Iván y sirve como indicio tanto de alegría, como de incertidumbre, dolor y hasta la muerte. El bosque de abedules enmarca la escena del beso del soldado y la enfermera; también las secuencias de la patrulla de exploradores en la zona pantanosa. Aparece en el final, como poderosa imagen- símbolo, el árbol seco en la playa, donde Iván cuenta mientras los demás niños se esconden para iniciar el juego. Por eso es que no resulta extraño que Tarkovski tomara como una de sus inspiraciones un poema escrito por Arseni Tarkovski. En el comienzo del mismo se puede leer:

Antes de la guerra, Iván caminaba por el arroyo;

Allí creció un sauce, a quien nadie conocía.

Nadie sabía por qué se propaga por la corriente;

Sea como fuere, el árbol era de Iván (Arseni Tarkovski: 1958).

El árbol seco que aparece hacia el final y fotograma a fotograma contrapuntea con el niño, tal vez sea la verdadera clave del film. Además, es evidente que, en La Infancia de Iván, el espectador asiste a un cine que superpone la realidad con lo onírico. Los “hermosos sueños” del protagonista son el canal “para recuperar la felicidad perdida” (El hombre martillo: septiembre 2017). Fuera de esos sueños, Iván es un mensajero del Ejército Rojo poseído por su rol; que desea la aniquilación del enemigo, que convive y forma parte de un dolor producido por una cruel guerra.

Las imágenes de El acorazado Potemkin habían buscado cumplir su rol incluso en la población rusa analfabeta. A partir de 1922 progresivamente el estalinismo había colocado al cinematógrafo en el terreno de una manifestación dogmática controlada por el estado. A mediados de los ´50, Kalatózov y Chujrái se situaban fuera de toda apología o intento histórico-materialista. El cine de Pudovkin o Einsenstein ya no servía para expresar ciertos sentimientos o pasiones humanas; los personajes debían salir necesariamente de las sombras del anonimato. A principios de la década siguiente, La infancia de Iván le permitió a Tarkovski establecer nexos con otro cine distinto, que parecía retomar el antiguo atrevimiento de las vanguardias.

En Platón inventó el cine (enero 2018), Chazarra asevera que son muchas las ocasiones donde a los orígenes del cine se lo ha relacionado con la alegoría platónica de la caverna. En ella, los hombres encadenados no ven la realidad: solo las sombras de la misma. Durante mucho tiempo los directores soviéticos habían parecido replicar tal alegoría, mostrando en la pantalla al público únicamente el “reflejo” de la verdad. Tarkovski, con su primer filme, rompía los límites de la realidad misma, para situarla en la posible y subjetiva mirada de Iván. Los cuatro sueños del niño le agregan un plus al film y son precuelas de las metáforas e imágenes-símbolos – ya mencionadas anteriormente- que aparecerán en un Tarkovski posterior. Con La infancia de Iván, el director abandona la caverna de Platón para de cara al sol, brindar al público otra versión distinta del dolor de la guerra.

 

Jorge Jofre. Junio 2025.

Jorgejofre2000@gmail.com.

 

Referencias bibliográficas:

Chazarra, Antonio. (enero 2018) “Platón inventó el cine”. Revista digital entreletras. https://www.entreletras.eu/cine/platon-invento-el-cine/

Einsenstein, Sergei (1926). El acorazado Potemkin. Unión Soviética: Mosfilm. Goskino,

El hombre martillo. (septiembre 2017) “La Infancia de Iván “. El hombre martillo. https://www.elhombremartillo.com/la-infancia-de-ivan/

Tarkovski, Andrei (1962). La infancia de Iván. Unión Soviética: Mosfilm.

Tarkovski, Arseni. (1958) El sauce de Iván. [poema].

 

Argus-a Artes & Humanidades ISSN 1853 9904 Ensayo Vol. XIV Ed. Nº 56 Jorge Jofre junio 2025

miércoles, 4 de junio de 2025

 

Ignacio Iturria y el sofá: algo más que evocación.

 

 

Cuando en 1998, después de haber visto la muestra de Ignacio Iturria en el MNBA, escribí una nota titulada “Iturria y el sofá”, tenía en mente en ese momento, ante todo, la presencia de su contundente “Sofá elefante”. Me había traído a la memoria, el sofá de mi tía Delia en su casa de Villa Real y una pieza de pensión en la calle Belgrano repleta de antiguos muebles. Solo pude en esa ocasión mediante la enorme escultura-objeto, evocar un pasado que dejó de ser presente hace ya mucho tiempo.







Sofá elefante. 1998. Colección privada.

 

Diana Lobato ha destacado, que desde una perspectiva crítica “el arte ofrece un análisis del pulso de la vida, pasada y presente”. Las obras se tornan polisémicas desde tal forma de abordaje y posibilitan entonces “múltiples lecturas” [i]. Eso ocurre ante la presencia de las esculturas- objetos, realizadas por Ignacio Iturria básicamente con la ayuda del corrugado y algo de color. Se descubre algo más allá de sus reconocibles materialidades, que los hace ser entonces mucho más que la representación de antiguos muebles. Múltiples sentidos de la obra de un creador que trae a colación la célebre frase de Michel Foucault: “el lenguaje no dice exactamente lo que dice”[ii] . Muchas veces captamos las ideas que encierra el mismo desde un “sentido menor” que oculta momentáneamente otro más profundo. Esa posibilidad de múltiples lecturas de la obra de Ignacio Iturria, lleva a considerar que fuera de la corporeidad de lo representado en sus muebles-objeto es necesario también tener en cuenta los espacios en que se alojan los mismos.

El Sofá elefante puede aludir a formas elementales de un paquidermo se ve y se siente como fuertemente corpóreo. Pero justificar solo al arte de Ignacio Iturria por ello, sería minimizar e incluso limitar esa supuesta polisemia que se aloja en las interpretaciones de su obra. Sería recurrir al “sentido menor” y no comprender esa casi misteriosa relación mueble-casa que nace de algunos de sus esculturas- objetos. No ver además,  la cercanía que todo ello tiene con los solitarios habitantes de las grandes ciudades, entre las cuales se puede incluir su Montevideo natal. En el arte de Iturria los animales  también pueden transformarse en muebles y a la inversa, los muebles en animales.[iii]

Entonces bajo esta perspectiva, el Sofá elefante aparece más allá también de toda posible idea de un mullido asiento para recostarse y dormitar o meditar.  Lejano a la idea,  de evocar exclusivamente desde su morfología y color la imagen de un enorme paquidermo. Porque las figuraciones que se hacen presentes tanto en sus pinturas como en sus objetos, indican que Iturria ha imaginado sobre el escenario del entorno real otra escena distinta. Porque en sus creaciones, hay algo más que muebles antiguos, cotidianeidad, ciudad o entorno; algo que participa de ese célebre misterio del arte. Creer que son solo evocación es restringir sin duda el valor total de las mismas. Si bien los muebles tridimensionales realizados por el montevideano, guardan sin duda en su materialidad ciertos íntimos secretos del pasado de su creador, ellos tienen varias posibles lecturas que esperan ser puestas a la luz.

 

 Jorge Jofre. Mayo 2025.

Basado en un artículo publicado en la Revista Punto & Aparte. (1998).

 



[i] Diana Lobato. https://www.amigosmuseoreinasofia.org/

[ii] Michel Foucault. El orden del discurso.

[iii] Pablo Thiago Roca. Catalogo Ignacio Iturria: pintar es soñar. Museo Nacional de Artes Visuales. Montevideo. Uruguay.